miércoles, 15 de mayo de 2013

EN LAS HORAS DE MEDITACIÓN (ABHAYA CHAITANYA)



                                                                                       


 


“Aquello que es Verdadero es inconmensurable como el vasto océano; nada puede limitarlo o circunscribirlo. Los predicados de existencia no pue­den aplicarse a ese Océano sin costas de la Divini­dad, que se abalanza sobre el YO —como YO— en las cumbres de la Realización”.


“Soy la eternidad que está más allá del tiempo, sí, y dentro del tiempo. Tenga o no cuerpo, todo es el Espíritu. En el corazón existe siempre la Uni­dad. En el corazón existe siempre la Paz. Muy por debajo de la tempestad desencadenada en la super­ficie, muy por debajo de las olas de multiplicidad y lucha, y del dolor que de ambas deriva, está la Corriente Submarina de la Realidad”.


     "¡En el Silencio, más allá de todo sonido, en la Paz Eterna, reside tu naturaleza! Lejos del es­trépito de los sentidos, lejos del dolor y la agonía de la vida, lejos de la sensación de pecado y mi­seria, y sin embargo, en medio de todo ello, mora la Divinidad que ES”.




PREFACIO

     El presente libro, que fue publicado por vez primera bajo un modesto seudónimo, ha sido es­crito por F. J. Alexander, que dejó su cuerpo a la temprana edad de treinta y siete años. Sus prime­ros años transcurrieron en un convento de monjas de Omaha (Nebraska, Estados Unidos de N. A.), donde recibió su primera educación. Pero el ambiente enclaustrado de un convento del viejo mun­do resultaba intolerable a un muchacho de tantos bríos, y escapó, para disfrutar la libertad de un mundo más amplio. Inició entonces su vida inde­pendiente, como mandadero en un hotel de cierta ciudad americana, y, tras varios cambios de fortuna, se empleó en las oficinas de un diario, donde demostró su capacidad de buen escritor. Pero, du­rante todo ese tiempo, sentía en sí una gran inquietud espiritual que no le dejaba descansar; hasta que, quiso la casualidad, llegaron a sus manos unos escritos de Swami Vivekananda, que le revelaron un mundo nuevo.   Tan fuertemente sintió la llamada de su Maestro (así nombró desde aquel día al Swami Vivekananda) que al cabo de un tiem­po, se embarcó para la India, a fin de consagrarse al servicio de la Orden fundada por aquél.
     El joven Alexander llegó al Math (1) de Belur en 1911, uniéndose luego a la Advaita Ashrama (2) de Mayavati. Allí se dedicó al trabajo con cuerpo y alma, y gracias a su ayuda inestimable, pudo ser publicada la "Vida del Swami Vivekananda", que hará su nombre inmortal. También escribió pági­nas muy atrayentes, tanto en forma anónima co­mo con distintos seudónimos, para el "Prabuddha Bharata" (3); de entre ellas, hemos extraído la pre­sente obra. De Mayavati fue a Almora, a fin de vivir una vida más intensamente espiritual. Per­maneció allí dos años, y luego regresó a América para recobrar su menguada salud, pero sucumbió allí en 1917, víctima de una tuberculosis.
     Todo  aquel  que  estuvo  en  contacto con él, quedó
impresionado por su mente vigorosa y por su cora­zón infantil, y era maravilloso ver cuán profun­damente estaba saturado del espíritu e ideales hindúes. Las siguientes páginas, al reflejar nítida­mente su vida interior, muestran la profundidad de su fervor espiritual.  

¡Que los pensamientos de este Discípulo, surgidos "en las horas de medita­ción", sean como luminoso faro para las miles de almas hermanas que luchan por la Realización!


1  Math: Monasterio principal.
2 Ashrama: Monasterio dependiente de un "math".
3 "Prabuddha Bharata": Revista editada por la Ramakrishna Mission, en Calcuta.


NOTA:

     Al presentar la primera edición argentina de este pequeño gran libro, recordé que Frank Ale­xander publicó estos ensayos devocionales con el seudónimo de "Abhaya Chaitanya" (Conocimiento Intrépido). Por eso, en ésa y en las sucesivas edi­ciones, su libro llevará dicho seudónimo.
     Frank era, realmente, la figura de la intrepidez. Sus nobles y valiosos pensamientos han ayudado a muchos aspirantes a quitar los velos de la igno­rancia y amar a Dios muy íntimamente.

¡Que estos pensamientos sigan dando sus frutos!


Swami Vijoyananda
Ramakrishna Ashrama Gaspar Campos 1149
BELLA VISTA, Buenos Aires, República Argentina


EN LAS HORAS DE MEDITACIÓN

I
     Hay horas en que se olvida uno del mundo. Hay horas en que se aproxima uno a esa región de Bienaventuranza, en la cual el Alma se halla contenida dentro del YO y en presencia del Altísimo. Acá­llase entonces el clamor del deseo; tranquilízanse los sentidos. Sólo Dios ES.
     No existe santuario más sagrado que una mente purificada, una mente concentrada en Dios. No existe lugar más santo que aquella región de paz, en la cual penetra la mente cuando queda fija en el Señor. Ni hay incienso, de perfume más suave y puro, que el pensamiento ascendiendo hacia Dios.
     ¡Pureza, dicha, bienaventuranza, paz! ¡Pureza, dicha, bienaventuranza, paz! De todo esto se com­pone la atmósfera del estado de meditación.
     La conciencia espiritual alborea en esas horas silenciosas, sagradas. El alma se aproxima a su ma­nantial. En esas lloras, el arroyuelo de la persona­lidad se expande, convirtiéndose en imponente y caudaloso río, que corre hacia esa individualidad verdadera y permanente que es la Conciencia Oceá­nica de Dios. Y ella es una y única.
     En las horas de meditación, el alma extrae de las Alturas las cualidades que realmente pertene­cen a su naturaleza: ausencia de todo miedo, sen­tido de la realidad, sentido de la inmortalidad.
¡Interiorízate en tu YO, oh Alma! Busca de ver­dad la hora silenciosa. Comprende que tu YO es de la misma sustancia que la verdad, la sustancia de la Divinidad.  ¡En verdad, mora Dios dentro de tu corazón!


II
     ¡No temas! Son sólo sombras todas las cosas mortales. La irrealidad domina a todas las apa­riencias. Tú eres la Realidad, en cuyo seno ningún cambio existe. Eres el Inmóvil. ¡Sábelo! Y deja que la naturaleza juegue contigo como ella quiera. Tu forma es un sueño. ¡Sábelo y alégrate! Tu alma está apostada en la Divinidad sin forma. Deja que la mente persiga esa luz intermitente; el deseo go­bierna, las limitaciones existen. Más, tú no eres la mente, ni alcanza a rozarte el deseo. Tú estás con­tenido dentro de la Omnisapiencia y la Omnipo­tencia.  Recuerda que la vida es sólo una repre­sentación teatral.  Representa tu papel. Debes re­presentarlo. Tal es la ley. Y sin embargo, no eres ni el actor, ni la obra teatral, ni la ley. Hasta la vida misma, es incapaz de limitarte. ¿No eres acaso ilimitado? La vida se compone de la misma substancia que los sueños. ¡Tú no sueñas! Tú eres El Que no Sueña, y estás más allá de toda contami­nación y mácula de irrealidad. ¡Sabe esto! ¡Sábelo y sé libre!... ¡libre!... ¡¡libre!!
     ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz silenciosa, audible! Paz en la cual resuena la Voz de Dios. ¡Paz y silencio! ¡Llega entontes la Voz de Dios, audible, audible en medio del Silencio!
     "Estoy contigo, siempre y para siempre. Jamás has estado ni puedes estar separado de Mí. Soy tu Alma. En verdad tu Alma es Yo. Más allá del uni­verso, más allá de todos los sueños, resido yo, en­cerrado en mi Yo, dentro de la inmensidad. Y lo mismo estás tú; sí, allí mismo estás. Porque Yo soy tú, y tú eres Yo. ¡Cesa de soñar! ¡Ven! ¡Ven a Mí! Yo te llevaré, a través del océano de sombras e ignorancia, hasta la Luz y Vida Sempiternas. Por­que Yo soy ellas, y tú y Yo somos Uno. ¡Tú eres Yol ¡Yo soy tú! ¡Ve en paz! ¡Vive en paz!“ Cuando lle­gue la hora, en la quietud y paz, de nuevo oirás Mi Voz” —la Voz de Dios— ¡la Voz de Dios!


III
     Se aproxima nuevamente la hora. La tarde se diluye en el crepúsculo. Por doquier reina la quie­tud. La naturaleza misma está en paz. Y cuando está en paz la naturaleza, el alma puede refugiar­se, más tranquilamente, en la cámara interna del corazón. Y lo hace de mejor grado también.
     Deja que tus sentidos y sus actividades se para­licen. La vida, tal como es, resulta corta; el deseo es exuberante. Dedica por lo menos un rato breve al Señor. Él pide poco; sólo pide que te conozcas a ti mismo. Pues en verdad, conociendo tu propio YO, alcanzas a conocerlo a Él, ya que Dios y el Alma son Uno. Dicen algunos: "¡Recuerda, oh hombre, que eres polvo!" ¡Cierto es, en lo refe­rente al cuerpo! ¡Aun en lo que se refiere a la mente, es cierto! Pero, la más elevada, la más poderosa, la más real, la más sagrada revelación afirma: "¡Recuerda, oh hombre, que eres el Alma!"
     “Indestructible e imperecedera eres tú sola, oh Alma!" Así dice el Señor. Todo lo demás se desva­nece. Perecen todas las formas, por potentes que sean. Muerte y destrucción son la suerte de toda forma. El pensamiento está sujeto a cambios. La personalidad es del mismo tejido que el pensa­miento y la forma. Por consiguiente, ¡apártate, oh Alma! Recuerda que eres el YO Supremo, más allá del pensamiento y de la forma. La virtud toda con­siste en tener conciencia de que: "Eres Uno con Dios". Sólo en esta conciencia eres inmortal; sólo en ella eres puro y santo.
     No te esfuerces por convertirte en el Señor. ¡Tú eres el Señor! Para ti no hay conversión. ¡Tú eres, oh alma! Por muy sublime que parezca este pro­ceso de convertirse, llegará la hora en que com­prendas: "El progreso pertenece al tiempo", pero "La perfección mora en la eternidad". Y tú no eres del tiempo, Tú eres de la eternidad.
     ¡La divinidad existel Luego, "Tat Tvam asi" —que significa: "¡Tú eres Aquello! ¡Tú eres Aque­llo!"— Comprende lo que de Más Elevado tienes en ti. ¡Adora lo Más Elevado! Y el modo de adorar más perfecto es el conocimiento de que tú y lo Más Elevado sois Uno. ¿Y qué es lo más Elevado? Aque­llo, oh Alma, que llamas Dios.
     ¡Echa al olvido todos tus sueños! Habiendo escuchado al YO que llevas dentro, al YO que tú eres, ¡comprende! Habiendo comprendido, ¡perci­be! Habiendo percibido, ¡sabe! Sabiendo, ¡realiza! Habiendo realizado, entonces... “Tat Tvam asi” o sea "¡Tú eres Aquello!"
     ¡Huye del mundo! Es un conjunto de sueños. Lo mismo que el cuerpo; en verdad, ambos son nidos de sueños. ¿Has de ser soñador? ¿Has de permane­cer siempre atado con estos lazos de los sueños? "¡Levántate! ¡Despierta! ¡Y no te detengas hasta alcanzar la meta!"
     Así habla el Señor en el Silencio —en ese pro­fundo, profundísimo Silencio— cuando sólo puede oírse Su Voz. ¡Hari! (1) ¡Om Tat Sat! (2) ¡Ve en paz! Más allá de todo, sí, y aun en el interior de toda apariencia de forma reina el Espíritu. “¡Su natura­leza es Paz, Paz, Paz Inefable!


1      Hari: un nombre del Señor.  
2      Om Tat Sat: Om, Aquello Existe.


IV
     Habla la Voz de Dios, diciendo en la Hora Tran­quila:
     “Recuerda, recuerda siempre que sólo «los puros de corazón» ven a Dios. El primer requisito es pureza. Así como aquellos que se dejan domi­nar por el deseo tienen, por eso mismo, pasiones intensas, así debes tú ser de puro, así debes sentir un anhelo apasionado de pureza. Busca en lo más profundo, busca inquebrantablemente la pureza. Ella es lo único que importa. Recuerda esa gran­diosa plegaria dirigida a Mí por Mi servidor Prahlada (1): «¡Oh, Señor, haz que sienta hacia Ti un amor de intensidad igual al que la gente mun­dana siente por los fugaces objetos de los sentidos!» La pureza es una antecámara previa a la Presencia del Señor. Antes de pensar en el Señor, piensa en la pureza. Ella es la llave que abre las puertas de la meditación, que conducen a la Residencia del Altísimo”.
     “Arrójate al Océano de Mi fuerza. ¡No luches!”
     “¡No busques! Sabe que YO SOY. Este conocimiento, sumado a una completa resignación a Mi vo­luntad, te salvará. ¡Nada temas! ¿Acaso no estás en Mí? ¿No estoy Yo en ti? Comprende que todo cuanto los hombres juzgan grande, se disipa. En todas partes está la muerte, tragándose las formas de la vida. La muerte y la transformación enlazan con sus trampas a todas las cosas —excepto al Es­píritu—. ¡Sábelo! la pureza es el método para lle­gar a este conocimiento. Es el cimiento. Con la pureza vienen la intrepidez, la libertad y la reali­zación por parte tuya de tu propia naturaleza, cu­ya realidad YO SOY”.
     “Deja que arrecie la tempestad; pero, cuando sientas arder el deseo y vacilar la mente, enton­tes, ENTONCES ¡LlámaME! Yo te oiré. Porque, según dijo Mi servidor, oigo hasta la pisada de una hormiga. Y acudiré a ti. No abandones a aquellos que me llaman sinceramente. LlámaMe, no sólo con sinceridad, sino con firmeza también”.
     “No soy el universo, soy el Espíritu, que está más allá. El universo es para Mí un mero esque­leto. Sólo Me concierne el ALMA. No te dejes engañar por la magnitud exterior de las cosas (2). La Divinidad no está en la forma, ni tampoco en el pensamiento. Es la conciencia purificada libre, espiritual, dichosa, emancipada «de toda forma, emancipada de todo pensamiento que no conoce ni pue­de conocer mancha o mácula, o pecado, o ligadura, o limitación. Dentro de lo más interno, Tú eres Aquello, oh Alma. Ya te llegará la realización re­ferente a esto. Tendrá que llegar, pues tal es la Meta Segura de la vida del alma. ¡Recuerda, re­cuerda que estoy contigo! ¡Estoy contigo! ¡Yo, el Señor, estoy contigo! Estoy como Fuerza para todas tus debilidades; estoy como Clemencia para todos tus pecados; estoy como Amor para toda tu búsqueda de Mí! ¡Soy tu YO! ¡Soy tu YO! ¡Desecha todas las demás ideas de YO! Porque toda la ignorancia y la debilidad residen en la creencia de que en algo difiere tu Yo de Mi Yo. ¡Levántate, tú, El Resplan­deciente, y conoce que soy tu YO! ¡Soy tu YO! ¡Y la pureza es la senda que conduce a Mi Presencia! ¡Allí está tu salvación!”
     “¡Hari! ¡Om Tat Sat! "¡Paz! ¡Paz! ¡Pazl"


1 Prahlada: fue un gran bhakta, devoto, que desde la niñez demostró extrema fe, amor y devoción por el Supremo Señor del Universo. Es el bhakta ideal entre los hindúes. Su villa esta descripta en los Puranas.


V
     La Voz del Gurú (1), que es Dios, habla:
     “¡Oye! Estoy siempre contigo. Adonde quiera que vayas, yo estoy antes allí. Vivo para ti. Te hago entrega del fruto de mi realización. Eres el tesoro de mi corazón, la niña de mis ojos. Somos uno en Dios. Nuestro quehacer es la realización. Hasta tal punto siento mi unidad contigo, que no temo arro­jarte al desierto del mundo y a la selva de la duda. Es porque conozco la medida de tus fuerzas. Te envío a recoger experiencia tras experiencia; pero siempre mi ojo te sigue por doquiera vagues. ¿Pe­cas? Pues, pecas en presencia mía. ¿Efectúas accio­nes virtuosas? Las percibo todas. Conozco todos tus modos de ser. Por medio de toda clase de experien­cia y pensamiento, voy apretando los lazos que nos unen. Nada me importa mi salvación a menos que tú participes de ella. Tú eres el YO mío bajo otra forma. Cuanto más absorbes la visión que es mía, tanto más y más crece esa unidad espiritual nues­tra que es la Vida Divina. Caen los velos de las distintas personalidades y tú eres mi propio YO, y mi propio YO es tú. Tan estrechos son los lazos que nos atan. Ni la muerte, ni la separación, pue­den hacer presa en mi relación contigo. Aunque hayas nacido muy lejos y aunque no hayas visto mi forma física, eres, sin embargo, mío propio. No consiste el discipulado en haber visto mi forma, sino en haber comprendido mi voluntad. Jamás po­drás escapar a la red que he echado”.
     “Busca cuál es mi voluntad. Sigue la enseñanza que el Maestro me ha dado y que te he transmitido. Ve la misma visión mía. Entonces, te hallarás más en unidad conmigo que si hubieras vivido próximo a los miles de cuerpos que han sido míos. El disci­pulado consiste en una devoción inquebrantable a mi pensamiento y a mi voluntad. Y existe un amor inconmensurable entre nosotros. Ve en paz. Más duros que el diamante son los lazos que unen al Gurú y al discípulo. Son más potentes que la muer­te. Porque están anudados por el Amor Inconmen­surable y la Voluntad Divina y Omnipotente”.
     "¡Om Tat Sat!"
     El Discípulo responde en agradecimiento y alabanza: "Así es, mi Señor, mi Dios, mi todo. Así he sido enseñado. El Gurú es Dios. Él anhela diluirse en la Divina Realidad. Su visión es de Dios. Infati­gable en su afán por la salvación de mi alma. Y por los ojos del Gurú, yo también veo la visión. El verdadero amor es más fuerte que la muerte; sí, y también más fuerte que el nacimiento, es el ver­dadero amor. El nacimiento y la muerte pueden separarme de la presencia de mi Gurú. ¿Qué digo? ¡Mentira! El Gurú es Dios. ¿Puedo en momento al­guno estar separado de Dios? Repitiendo Su Nom­bre lucharé por atravesar este océano de sombras, hasta alcanzar la otra playa, donde todo es sabidu­ría y esplendor. Marcharé sin miedo a través de esta interminable selva de la ilusión, pues Él vigila todos mis movimientos y, si caigo, Él me levantará. ¿Que hay espinas en el sendero? Él las apartará. ¿Que los animales feroces de la duda y la tentación me acosan? Él les dará muerte. O bien, tal vez, dejará toparme con ellos para revelarme a mí mis­mo mis propios poderes.  ¿Cómo puede un hombre conocer sus poderes hasta no ponerlos a prueba?”
    “Nada significan para mí el nacimiento ni la muerte. Desgarraré todas las limitaciones. Trascen­deré todas las ligaduras. Veré la Divinidad en el Gurú. Esa idéntica Realidad que está en mí, Oh Gurú, existe igualmente dentro de Ti. Tú eres el Sol y yo el rayo. Asimismo, soy yo el Sol y Tú el rayo. Ese estupendo dicho de los Upanishads (2) revelador del YO, el "Tat Twam Asi" "Tú eres Aquello"— se aplica a Ti, se aplica a mí. ¡Oh, esta sensación de Inexpresable Unidad!”
     “¡Adoración al Gurú como Gurú! ¡Adoración al Gurú como Dios!”
¡Om Tat Sat!
¡Tat Twam Asi!
        ¡Aham Brahmasmi!” (3)


1 Gurú: instructor, guía espiritual.
2 Upanishads: libros sagrados; forman parte de los Vedas y tratan de la Realización.
3 Aham Brahmasmi: Yo soy Brahmán.


VI
     En la hora de la meditación, hablando consigo misma, dice el alma:
     “La Paz reside en el Silencio. Y para lograr esa Paz debes ser fuerte; el silencio llega cuando el tumulto de los sentidos queda aho­gado en lo Poderosa Quietud de la Renunciación. Eres un vagabundo en el desierto del mundo. No te detengas, que podrías perecer a la vera del ca­mino. Constituye tu caravana con buenos pensa­mientos; haz provisión de las Aguas de la Fe Viva. Cuídate de los espejismos. La meta no está allá. No te dejes seducir por el atractivo de las cosas ex­ternas. Renunciándolo todo, ve por aquellos sen­deros que te conduzcan a la soledad del conoci­miento íntimo de ti mismo. No sigas a los muchos que han sido atrapados en la red de la multiplici­dad. Ve por aquellos senderos que huellan los santos y por donde avanzan, solos y separados, ha­cia la Meta de la Unidad. Atrévete a ser valiente. Para vencer basta hacer el esfuerzo inicial. No va­ciles. Zambúllete en la santidad. De un solo y loco salto arrójate al Océano de Dios. La Divinidad es el Fin. ¡Ningún otro fin puede existir para ti en la naturaleza de las cosas, oh tú, refulgente rayo del Ser Resplandeciente!”
     “Apresúrate, pues te podrías arrepentir. Fustiga los corceles del celo religioso y de la potente fe. Hazte añicos si fuese necesario. No toleres que nada se interponga en tu sendero. No es tu destino un destino fortuito. Avanza con ánimo firme y fuerte, que tu punto de destino es la Realidad. En verdad, tú mismo eres la propia Realidad. ¡Sé libre! No existe en todo el idioma de la realización del Yo, palabra tan valiosa como: "fuerza". Al principio, al final, y siempre ¡sé fuerte! Sin temor a los cie­los ni a los infiernos, a los dioses ni a los demonios, ¡avanza! Nada logrará vencerte. Dios Mismo se verá obligado a servirte, porque Él se siente atraído por Aquello que está en ti y es Él. Y así, la Unidad resulta ser la Esencia del Sublime e Interno Conocimiento de Aquello que está en ti; —Aquello, que es tu verdadero ser, es Dios. En verdad tú mismo eres Divino”.      
     “¡Tat Tvam Asi! ¡Hari Om Tat Sat!”
     “¡Tienes que creer! ¡Ten fe en tu Yo! ¿Cómo pue­des creer en Dios, si no crees en tu propio YO? Debes salvarte a ti mismo. "Dios ayuda a quienes se ayu­dan a sí mismos". Traba conocimiento con tu YO Real; Júzgalo con criterio espiritual. Comprende que no eres el cuerpo, ni siquiera eres el pensamiento. El pensamiento es el procedimiento para ver, pero el fin es la visión. Por consiguiente, la verdad final es la Realización. El mandato final es: "¡Hombre, conoce tu YO!"; hombre, realiza tu naturaleza. ¡Fe! ¡Fe! ¡Fe! Todo depende de la fe. No de la fe que es creencia, sino de la Fe que es Visión. No existe más pecado que la duda; aprende a rechazar la duda co­mo rechazarías un veneno. El dudar del propio YO es verdaderamente una blasfemia. No temas a na­die, no, ni siquiera a Dios, porque Dios debe ser amado, no temido. ¿Cómo puedes sentir miedo de tu YO? ¡Y Dios es el YO tuyo! ¡Nada existe sino Dios! ¡Y tú eres Aquello! Por consiguiente, ¡Des­pierta, levántate y no te detengas hasta alcanzar la meta! Tal es el Evangelio del Bienaventurado”.


VII
     Dice el Alma, hablando nuevamente consigo mis­ma, en las horas de meditación:
     "Cierto es, llega el momento de prueba y aparece grande la debilidad humana; pero, sin embargo, el solo conocimiento de que el pecado es una debili­dad, lo irá destruyendo con el tiempo. Pues, en cuan­to reconoces un veneno, naturalmente lo aborreces. Has desnudado tu aflicción y puesto al descubierto sus reconditeces; y aquello que en ti es Profundidad, alterará la corriente de esa aflicción. Con el tiempo vencerás —con tal que tu corazón sea sincero. Y reza firmemente, porque en la lucha espiritual se nece­sita vigilar constantemente al alma. De vez en cuan­do, tendrás momentos en que conocerás hasta lo más interno tu verdadera naturaleza y en que verás la debilidad como debilidad. En esos instantes llama al Señor. Él, escuchando tu plegaria, te concederá Su Gracia”.
     “Una cosa es la teoría y otra la vida. Convéncete de esto: que por muy estupendo que sea el conoci­miento intelectual de la verdad, el objetivo no es ése sino la formación de hombres. La realización es el todo del todo. Hay en ti una bestia potente; pero puede ser dominada por medio de la oración sincera. La oración es lo único. Solamente orando podemos vencer la lujuria. Nada hay más grande que el nom­bre del Señor. Sea tu lema: "Vigilancia constante y constante plegaria". Y entonces llegarán aquellos que son los Auxiliadores, los Mensajeros del Altísi­mo, y serás libre. Verdaderamente, el camino es lar­go, ¡pero el fin es seguro! La oración penetra hasta lo más profundo, devora las entrañas de la tentación. ¡Reza, reza, —reza constantemente, reza siempre! Y no te descorazones en la hora mala; no te descorazo­nes cuando caigas. Dios está siempre cerca. Él sabe tu dolor y tu sinceridad, pero no ceses jamás de llamarLO. Aun al pecar, sé firme en tu plegaria. De las profundidades de la oración surge todo; el amor a Dios, la visión espiritual y la realización espiritual. Afírmate en la idea de que Dios es Todopoderoso y que su naturaleza es la de un buen pastor que guía a sus ovejas, sobre todo cuando se extravían. Sabe que, antes de ser Autor de la Justicia, Dios es el Amor Mismo. Con sólo pedir te será dado; con sólo buscar hallarás; bastará que llames y se te abri­rá la puerta. Haz algún esfuerzo, por débil que sea, y eso, sólo, te elevará al reino de la rectitud”.
     “Cierto es, cada plegaria que musitas, cada anhelo de tu corazón por alcanzar a Dios, va sumándose y acrecentando tu fuerza. Tus oraciones habrán de curarte. ¡Confía en la plegaria! Ella lo logra todo. Por muy oscuro que esté tu corazón, la plegaria lo lle­nará de luz; porque la plegaria ES una meditación; la plegaria ES en sí misma una visión: es una comu­nión con el Todopoderoso. Te encadena con la Om­nipotencia y el Supremo amor. Presta alas a tu alma. Aunque estés en el fango, te elevarás. Aunque montañas de iniquidades hayan caído sobre ti, enterran­do hasta el más mínimo vestigio de tu espirituali­dad, la plegaria te alzará. Y desde sus profundidades Dios te oirá, y hará que se manifiesten en ti Su Amor y Poder, y será elevado como testimonio de las pa­labras del Altísimo. Y entonarás un cántico en loor de Dios, que es tu Salvador. Y tu propio corazón atestiguará la inmensidad de la Misericordia del Se­ñor; y todos cuantos te hayan conocido, exclamarán: "¡Ved! jSe ha convertido en santo!" En verdad, Su Misericordia es Su Justicia, y Su justicia perdura por los tiempos de los tiempos. ¡Aférrate a la plegaria! Por muy numerosas que sean las tentaciones que te asalten cual enemigas, con la oración construirás una fortaleza inexpugnable alrededor de tu natura­leza. Si, ¡y hasta el infierno se estrellará en vano contra sus muros! Porque Dios te habrá atado a Él con los fuertes lazos del Amor y la Realización que surgen de la plegaria".
     “¡Hari Om Tat Sat!”


VIII
     Habla la Voz del Gurú, en el silencio más íntimo del corazón:
     “Hijo mío, la Carne guerrea constantemente con­tra el Espíritu. Por lo tanto, mantente siempre aler­ta. ¡Cuán hueca es la vida! No te fíes de tus senti­dos. Ellos oscilan con el placer y el dolor. ¡Trascién­delos! ¡Tú eres el alma! En cualquier momento pue­de desaparecer tu cuerpo. Sí; ¿quién podrá predecir la hora? Por consiguiente, mantén tu visión inalte­rablemente fija en el Ideal. Satura tu mente con pen­samientos ennoblecedores. No a la hora de la muer­te, sino en las horas de la vida, conserva tu mente libre y pura. Así, si la muerte te sorprende, estarás preparado. Vive tu vida como si estuvieras a punto de morir tal vez ahora mismo. El tiempo vuela, pero, puedes transformar al tiempo en eternidad, si pien­sas pensamientos eternos e inmortales”.
     “Cuando tu cuerpo descienda a la muerte, te arrepentirás con seguridad, SI no has vivido la vida de tus ideales aquí en esta tierra. ¡Ahí Sí!... ¡Esa pala­bra fatal que entraña negligencia y remordimiento! Miles suman los espíritus que se lamentan diciendo: "Oh, Si yo hubiera hecho eso estando en el cuerpo, ¡ahora, me hallaría más cerca de mi Diosl" Por lo tanto, arroja en este mismo instante, con toda la sinceridad de tu ser, tu alma entera al Ideal. Di: "¡Oh, Dios, HAZ que tenga una Visión de Ti! HAZ­ME sincero. ¡HAZ que sienta ansia de Ti!" Repítete a ti mismo cada día esa noble plegaria de todos los devotos: "¡Haz que Te ame a Ti sólo, oh Señor!"
     “El Espíritu del Hombre es infinito. Un Poder In­finito puede ser tuyo, por poco que lo llames o le hagas seña. Comprende que eres el Alma de Dios. ÉL alienta en ti; ÉL vive en ti; EL se mueve en ti; en ÉL reside tu propio ser. Cuando logres compren­der esto, se desvanecerán todos tus temores. Alcan­zarás el estado del que no siente miedo alguno".
     Y el alma dice, respondiendo a la Voz del Gurú:
     “¡Oh Señor, Autor de todas las cosas, Tu natu­raleza es Amor Infinito! Estás en todas partes. ¡Haz que me sea dado el tener conciencia intensa de esto! ¡En los mundos todos, no hay otra esperanza que la esperanza en Ti! El terror y las diversas formas de la muerte andan por doquier. El dolor y la ilusión nos cercan por todos lados. Tal es la visión de la vida mortal. ¡Aparta Tú esa ilusión! Y entonces, allí donde la muerte pasea majestuosamente y allí donde la vida es dolor, ¡allí Te verél ¡Déjame verte aun en lo Terrible! ¡Oh Tú, Destructor de la Ilu­sión, oye mi oración!"
     Y la voz del Gurú transmite la contestación:
     “¡Hijo mío, implora al Señor! Implora siempre al Señor. Piensa en EL, sólo en EL, y el Poder que es Infinito te rodeará, y el Amor que es Infinito te abrazará, y EL dirá a tu alma palabras de realiza­ción. Confiándose por entero a Dios, se resuelven todas las dificultades. El procedimiento para con­vertirse en un verdadero hombre consiste en resig­narse por completo al Amor Supremo, y se manifies­ta por medio de una meditación ininterrumpida. Cuando se te aparezca la vida como un fraude, cuan­do se te presente la muerte, cuando tu corazón se retuerza agonizante y alcance su punto culminante el sufrimiento humano, recuerda, haz un esfuerzo por recordar que estas cosas son del cuerpo y tú eres el Alma. Préndete de cada día que pasa como si fuese tu último. Convierte en yapa (1), cada instante de tu vida. Consagra tu vida a Dios cada día. Observa la Sabiduría de Su Voluntad. Y entonces, aunque te halles en presencia de la muerte, aunque te despe­dacen los dientes de un tigre, aunque estés en el um­bral mismo del infierno, ¡hallarás a Dios!”
     “Si en eso consiste la labor de tu vida —en recordar a Dios— una inmensa alegría y una paz serena mo­rarán en ti, y aquello que te parece desconsolador se tornará hermoso, y aquello que te parezca terrible se volverá todo amor. Y exclamarás lleno de gozo, como el santo mordido por una cobra: "¡Mirad, Mirad! ¡Ha llegado un Mensajero de Mi Bienama­do!"; o gritarás, como el santo al ser destrozado por el tigre: "¡Shivoham! ¡Shivoham!" (2) Ésta es la Fuer­za del Alma. Verdaderamente, ésta es Su manifes­tación. Éste es el Espíritu de lo Divino —porque es la percepción de lo Divino”.
     “El guerrero se arroja a la boca del cañón para defender su patria. La madre se precipita al agua o al fuego, o a la boca de un tigre, para salvar a su hijo. El amigo muere por su amigo. El sannyasin (3) so­porta todas las penurias en defensa de su Ideal. So­porta tú, también, todas las pruebas, haz frente a todos los peligros, vive la Vida del Ideal, sé intré­pido y valiente EN NOMBRE DE DIOS. Eres mi hijo. En la vida y en la muerte, en el pecado o en la virtud, en el placer o en el dolor, en el bien o en el mal, dondequiera que vayas, dondequiera que estés, contigo estoy, te protejo, te amo. Porque estoy ligado a ti. Mi amor hacia Dios me hace uno contigo. ¡Te protejo! ¡Te amo! Soy tu propio Yo. Hijo, ¡tu corazón es mi morada!” “¡Hari Om Tat Sat!”
1 Yapa significa el acto de repetir la palabra o la fórmula
sagrada de cualquier religión; por ejemplo, el Ave María o el Padrenuestro de los cristianos; Om u otras palabras sagradas de los hindúes; Om Maní Padme Hum de los buddhistas, etc., etc.
2 iShivoham!: ¡Soy Shiva! (Shiva: uno de los tres aspec­tos de la Divinidad, el aspecto destructor).   
3 Sannyasin: monje mendicante.


IX
     Oyóse una Voz que retumbaba de Divinidad. Y dijo: 
     “¡Ah! Existe un Amor que nada teme, un amor más grande que la vida y más grande que la muerte. Yo soy ese Amor. Existe un Amor que no conoce límite, que está en todas partes, que se halla hasta en presencia de la muerte y que es todo ter­nura, aun en lo Terrible. Yo soy ese Amor. Existe un Amor que es Inefablemente Dulce, que acoge alegremente todo sufrimiento, que acoge alegre­mente todo miedo, que disipa toda tristeza, que está en dondequiera lo busques. Yo soy ese Amor. ¡Oh, soy la Esencia misma de ese Amor! ¡Y, oh, mi propio YO, soy ese Amor y soy Tu Propio YO! Mi naturaleza es Amor. ¡Soy el Amor mismo!”
     “¡Ah, existe una Belleza que todo lo comprende! No conoce ni defecto ni deformidad. Es sublime. Es divina. ¡Ah, no tiene límite esta Belleza! Se pa­rece a la extensión del cielo, a la profundidad del mar. Se manifiesta en amaneceres olorosos y en ra­diantes puestas de sol. Se manifiesta en el rugido de un tigre y en el canto de un pájaro. Se mani­fiesta como tormenta y como paz, pero está más allá de ambas. Esos son aspectos suyos. Yo soy esa belleza. Existe una Belleza mucho más profunda que el placer y mucho más profunda que el dolor; es la belleza del Alma. ¡Yo soy esa Belleza! ¡Oh, soy esa Belleza! De toda atracción, sea cual fuere su carácter, soy el Centro, soy el Imán; todas las demás cosas son limaduras de hierro, atraídas en este sentido o en aquél, pero todas atraídas —irre­sistiblemente. ¡Oh, soy ese Imán! ¡Soy esa belleza! ¡Soy esa atracción, y Mi Naturaleza es Bienaventu­ranza!”
     “¡Ah, existe una Vida que es Amor, que es Ben­dición! ¡Yo soy esa Vida! Nada circunscribe esa Vi­da; nada puede limitarla; es ella la Vida Infinita. Es la Vida Eterna, y yo soy esa Vida. Su naturaleza es Paz, y yo soy esa Paz. Su abrazo lo abarca todo, y dentro de ese abrazo no hay luchas, ni un angus­tiado ir y venir, ni despiadado esfuerzo por vivir, ni deseo de procrear. ES. Yo soy esa Vida. Ni el sol ni las estrellas pueden contenerla. Es una Luz que ninguna otra luz puede eclipsar. Es la Luz Misma. No es posible sondear las profundidades de esta Vida. No es posible medir Su altura. Yo soy esa Vida. ¡Y tú estás en MÍ y Yo estoy en ti!”
     “Sin sostén, sosteniéndolo todo, soy el Espíritu de cuanta forma existe. Soy el Silencio encerrado den­tro del Sonido de la Vida. Soy la Eternidad tejida en la urdimbre y la trama del Tiempo. Soy el YO que está más allá de la forma y del pensamiento. Carezco de mente, y sin embargo, soy Omnisapien­te. Carezco de forma, y sin embargo, estoy en todas partes. Nada contengo y estoy contenido en todas las cosas. ¡Soy Poder! ¡Soy Paz! ¡Soy el Infinito! ¡Soy la Eternidad! Soy la Unidad Unificante de toda Pluralidad. Soy la Suma y substancia de todo cuanto alienta. Soy el Todo de las partes que lu­chan entre sí. Más allá de las esferas de la vida y de la muerte resido Yo, el Inmortal, el Inasequible, más allá de las ligaduras. ¡Aquel que me en­cuentre es Libre, libre!”
     “A través de toda ilusión percibo la Realidad. ¡Soy la realidad percibida! Soy el que maneja es­ta fuerza mágica, esta shakti (1), esta maya (2) que es la Forma de la Madre. De la Matriz del Tiempo nazco Yo, envolviéndome a Mí mismo en todo cuanto posee forma. Soy la Matriz del Tiempo, y por lo tanto la Eternidad. Y Tú eres Aquello, oh alma, que estás en Mí, en el Yo. Por lo tanto, des­pierta, levántate, haz añicos todas tus ligaduras. Borra todos los sueños, disipa las ilusiones. ¡Eres el YO! [Eres el YO! Nada puede impedirte la reali­zación de tu naturaleza. ¡Levántate! ¡Levántate! [No te detengas hasta alcanzar la Meta —esa Meta que es el YO, la Vida, el Amor, la  Bienaventuranza  Eterna  y  el  Conocimiento  del  alma liberada!”


1 Shakti: la energía primaria.
2 Maya: el mundo aparente, relativo, transitorio.


X
     Y habló a mi alma la Voz del Gurú:
     “Hombre, ¿dónde está tu fe? ¿Eres acaso una bes­tia para temblar ante cada peligro? ¡Hasta tanto no logres sobreponerte a la idea del cuerpo, no podrás realizar la Verdad! ¿Eres acaso un cadáver? ¿Seguirás siempre danzando en este cieno de su­ciedad física? ¡Sal de tu pequeñez! ¡Avanza! ¡Sé un hombre! ¿Dónde está tu Divinidad, si para siem­pre queda inexpresada? ¿Acaso eres tan impor­tante que el mundo necesite de ti? Vence al yo con el YO. ¡Sé libre! Si te empeñas en conseguir lo Indestructible, no sentirás el contacto de la muerte, porque habrás perdido el conocimiento de lo que es la muerte. Tuya será la Inmortalidad. El mundo entero ha estado esforzándose por expresar la Realidad; y en ese empeño, el primer éxito con­siste en la formación del carácter. El carácter lo es todo. ¡Construye tu carácter! ¡Construye tu ca­rácter! ¡A cada hora construye tu carácter! ¡Des­cansa en espíritu sobre lo Inmortal, e inmortal lle­garás a ser! Fija tu morada en la Realidad. Y en­tonces no habrá ya nacimiento ni muerte, ni nin­guna de las varias experiencias de la vida, capaz de amedrentarte”.
     “¡Suelta tu cuerpol ¡Cesa de adherirte a él! ¡Li­bérate
en la mente! El significado entero de la re­ligión y de la ética, es que debemos sobreponernos a la conciencia anima!, encerrada en el sexo y en el miedo, en el dormir y el comer. ¡Suéltala! ¡Deja de asirte a tu cadáver! ¡Llámalo cadáver, considé­ralo como tal a toda hora! No lo recubras con pa­ños de oro. Es inmundo. Sólo el Espíritu es real. La conciencia del Espíritu es la inmortalidad. El pensar pensamientos inmortales te conduce a la Eternidad. ¡Sé valiente! ¡Sé intrépido! ¡Sé resisten­te como el diamante! ¿Deseas realizar a Dios? Pues entonces, hijo mío, no ha de quedarte mucho tiem­po para el cuidado de tu cuerpo. Ahora es el mo­mento: ahora mismo tienes la oportunidad. Eres hijo de la Realidad, tu naturaleza es lo Verdadero. Zambúllete, pues, en las Vivientes Aguas de la Vida del Alma. ¡No temas! ¡Aprende a elevarte por enci­ma de las alegrías o miserias de la vida! ¡Recuerda que eres el Alma! ¡Recuerda que eres el Yo!”
     “Desciende a lo más profundo, desciende a las honduras de tu ser. Y verás que eres fuerte. Llega hasta el fondo de tu naturaleza. Allí descubrirás que eres sincero en tu esfuerzo espiritual. ¡Qué importan algunos deslices! Aprende que, tanto el miedo como la debilidad, son físicos; surgen del cuerpo —ese nido de ensueños— pero, en tu natu­raleza íntima, tú eres libre y no sientes miedo. ¡En­tona un canto de fuerza hijo mío! ¡Entona un can­to de fuerza! Eres el hijo de la Inmortalidad. Tu punto de destino es la Realidad. ¿Qué son estas fugaces experiencias de un día, sino fantasmas del Vasto Espejismo? ¡Diviniza la vida o niégala! Poco importa cómo lo logres, con tal que realices la Di­vinidad; lo mismo da que tu método sea positivo o negativo”.
     “Y surgió en mi alma un sentimiento de paz. Sur­gió una gran calma; y en su quietud, revelóse de repente el pasivo poder de la Omnipotencia, po­der que todo lo penetra. Era un poder que dio fuerzas a mi alma. Y, en este estado de conciencia, percibí la Voz de mi Gurú, que habló: “Soy la eternidad que está más allá del tiempo, sí, y dentro del tiempo. Tenga o no cuerpo, todo es el Espíritu. En el corazón existe siempre la Uni­dad. En el corazón existe siempre la Paz. Muy por debajo de la tempestad desencadenada en la super­ficie, muy por debajo de las olas de multiplicidad y lucha, y del dolor que de ambas deriva, está la Corriente Submarina de la Realidad”.
     “¡Tat Tvam Asi! ¡Tat Tvam Asi!”


XI
     La Voz del Gurú, hablando en las horas de meditación, dice:
     “¡Mira! Existe tanto el mundo interior como el exterior. Existe un mundo del alma tanto como un mundo de la forma. Y si hay, hijo mío, maravillas y misterios, inmensidad y belleza, y gloria suma en el mundo exterior, también en el mundo inte­rior se hallan incalculable poder y grandeza; una bienaventuranza imposible de comunicar, y los inquebrantables cimientos de la Realidad. Hijo mío, el mundo exterior sólo es una semejanza de este mundo interior. Y en este mundo interior re­side tu verdadera naturaleza. Allí vives en la Eternidad, mientras que, el mundo exterior, perte­nece tan sólo al tiempo. Allí existe una dicha in­terminable e insondable, mientras que, en el mun­do exterior, toda sensación se acompaña de dolor así como de placer. Hay aquí también dolor; pero, ¡oh, qué dicha es ese dolor!; ¡qué éxtasis es esa angustia de no haber realizado por completo la verdad! Y este dolor es el sendero que conduce a una dicha aun más abundante”.
     Ven, repliega tu naturaleza hacia adentro de este mundo interior. Ven, ven sostenido por las alas del anuente amor que me profesas. ¿Existe unión más grandiosa o más íntima que aquella que hay entre Gurú y discípulo? ¡Oh hijo mío, oh hijo mío: la índole del Amor es Silencio e imposibilidad de ex­presarlo! Y allá dentro, en las reconditeces más profundas del Silencio, está Dios. Abandona toda pre­ocupación externa. ¡Adonde quiera yo vaya, ven tú! ¡Lo que yo llegue a ser, sé tú! ¡Oh, alcanzar la Bea­titud de Dios! Muchos altares tiene el corazón del devoto, de donde el pensamiento se eleva, como incienso, hacia Dios. Espiritualiza todo cuanto ha­ces. Debes ver a Brahmán (1), la Divinidad, tanto en la forma como en lo que carece de forma. No hay mayor bien que el Señor”.
     “En la soledad más íntima del mundo interior, en la cual penetra uno por el amor apasionado o la ardiente plegaria, existen universos y más uni­versos de la Divinidad revelándose. Y siempre está cerca Dios. No está cerca en el sentido físico; lo está en el sentido espiritual, como que es el YO mismo encerrado dentro de tu yo. Es la Substancia misma de tu alma. Es el Conocedor de todos tus pensamientos y de las más recónditas y calladas aspiraciones de tu corazón. Entrégate. Ama por el solo placer de amar; trabaja por el solo placer de trabajar. Penetra en los aposentos del Silencio; busca la Presencia de la Realidad. Cuanto más te interiorizas, tanto más te aproximas a mí. Porque soy el Habitante de lo más Interno. Soy el Imán que atrae hacia afuera la revelación y la glo­ria, subyacentes en tu alma. ¡Soy espíritu! Soy Es­píritu, intocado por pensamiento o forma. ¡Soy el Invulnerable y el Indestructible! ¡Soy el Atman! ¡Soy Paramatman! (2) ¡Mira! ¡Soy Brahmán! ¡Soy Brahmán!”
     ¡Cuán maravillosas las palabras del Gurú! Mi alma exclama:
     "¡Oh bienaventurado!, eres en verdad Dios. Eres en verdad, tú mismo, la enseñanza que enseñas; eres el Espíritu del universo. Mira, eres el todo del todo. Tu naturaleza es el Uno. Aunque tu maya vierte la gloria de lo múltiple. Tuya es la gloria máxima del Uno. Porque Uno es el Espíritu. El Espíritu es Esencia, que no admite partes  ni di­visiones. El Espíritu es la  Luz Única,
vista a través de lentes distintamente coloreados ¡Oh  Gurú, oh Gurú mío, álzame  a  esa  Vida que  es la tuya!  ¡Oh, Tú eres  Brahma (2),  eres   Vishnu (3),  eres Sadashiva! (4) ¡Eres Brahmán. Para-Brahman!” (5)
“¡Hara Hara, Vyoma Vyoma,
Mahadeva!” (6)
   
     Al instante mi alma fue elevada, como si dijé­ramos, al Séptimo cielo, y percibí la Divinidad de la Humanidad, la inmensa gloria hasta de las fla­quezas humanas. Vi que todo es Divino; y dentro de este Resplandor, allí, en ese mundo interior, hallábase el Gurú cual otro Krishna (6) transfigu­rado sobre el monte de la realización. Más, mucho más profundo que el tiempo, abarcándolo todo aun más que el espacio mismo, es ese mundo inte­rior de la meditación. No puede haber allí som­bra, porque todo es resplandor. No cabe allí igno­rancia, porque todo es gñana (7). Allí no puede la muerte posar su planta, ni puede el fuego quemar, ni el agua mojar, ni el aire secar. Allí está la región del Antiguo Ser, más allá de todo el engaño de la vida; está allí el Infinito Inamovible.
     Y en medio de esta gloría, hablando desde lo más interno, dijo el Gurú:
     “Hijo mío, tuya es la herencia. Tuya es la Fuerza Infinita. ¿Puedes ser débil, cuando tu poder es el Omnipoder? Imposi­ble es que te satisfaga el espectáculo ofrecido por los sentidos. La muerte y el olvido se esconden tras la pompa del mundo exterior. El cuerpo se torna cadáver en cuanto de él se apodera la muer­te. Pero el Espíritu siempre es libre. No se halla en ningún cuerpo; es el Testigo, pues, jamás puede ser destruido, aunque los cuerpos lo sean”.
     Dijo mi alma, conversando con el Gurú:
     “¡Cuán estupendo, oh Señor, es ésto entonces! ¡No existe la muertel ¡No existe la muerte!”
     Y respondió el Gurú:
     “En efecto, como tampoco existe la vida de los sentidos, arraigada en el deseo. Para aquellos que ansían dicha vida, está el lodazal del mundo. Como cerdos deleitándose en el barro, con el cuerpo recubierto de fango, son aquellas almas que se complacen en la impureza de la luju­ria. Para ellas resulta largo el sendero, y rodeado de la maya, que es el hilo con que teje el deseo. ¡Ve tú más allá! Ya llegará la hora. ¡Mira hacia lo alto! ¡Allá arriba están las Luces Eternas! Míralas, ¡y ellas penetrarán a través de la opacidad de tu alma!”
     Oyendo estas palabras, mi alma recordó que es el YO de índole Divina, y que la meta es la Libe­ración. ¡Y esta meta está ahora y aquí, no en el más allá! Es seguro el destino del alma; consiste en la realización del YO, en la cual se borra el tiempo, desaparece la conciencia física y mortal, brillan la Luz que es Vida y la Verdad que es Paz, terminan todos los sueños, el deseo es engullido por la realización Infinita. Tal es la Región de la Gran Inmensidad. ¡Oh, poder sentir esa Inmensi­dad! ¡Poder destruir las imágenes de los sentidos! ¡Alcanzar la libertad del Infinito!
¡Hari Om Tat Sat!


1 Paramatman: lo Absoluto.
2  Brahma: la divinidad en su aspecto creador.
3  Vishnu: la Divinidad en su aspecto preservador.
4  Sadashiva: Shiva en su aspecto compasivo.
5 ¡Hara, Hara, Vyoma. Vyoma, Mahadeval: invocación a Shiva.
6  Krishna: una de las encarnaciones de Dios.
7  Gñana: el conocimiento.


XII
     Y la Voz que mora en el Silencio, hablando en las horas de meditación, dijo a mi alma: “Ven, hijo mío, a la profunda, profundísima quietud. Ven más allá del tumulto de la persona­lidad, más allá de su múltiple experiencia: ven a la Gran Paz. Ni te alarme ni te turbe la tempestad de pasiones o deseos que azota la superficie. Aun­que se amontonen espesas nubes, más allá brilla el sol. Cuando está en sosiego es cuando mejor pal­pita el corazón, en sereno éxtasis. Ábrete al Amor que está en todas partes. ¡Qué musical es la Quie­tud! ¡Cuánta Paz hace surgir! ¡Oh, poder alcanzar la Quietud Infinita! ¡Alcanzar la Infinita Paz!”
     “No se pierde en toda la eternidad un solo pensamiento bueno, un solo anhelo espiritual. Trasciende, por consiguiente, al poder del tiempo; hazlo, pensando nobles pensamientos y ansiando con el alma el Infinito.   En tu propia mente existe tu propio universo. Y puedes forzar la eternidad a revelarse, aun en el transcurso del tiempo; por me­dio de tus pensamientos puedes escapar más allá de los límites del espacio”.
     “¡Oh, qué poder, qué sentimiento de exaltación, qué indecible sensación de Inmensidad se experi­menta al comprender que el YO es libre y nada puede ligarlo! ¡Qué importa que vengas o vayas, que hagas o dejes de hacer! Son solamente episo­dios en el gran sueño de la vida. Son sólo corrien­tes en el torrente del tiempo; mientras que el YO es Eterno”.
     “Profundo —profundo—, de una profundidad insondable, es el Silencio; la Paz es inconmensurable. Borra todas las imágenes de los sentidos y del pen­samiento. Sólo son reflejos; ve tú al interior de la Misma Luz".
     Y añadió la Voz:
     "No hay sensación del yo en el YO; es ilimitado, eterno, absolutamente libre. Es la Unidad que des­conoce toda diversidad. En el Reino del YO no cabe el tú, ni el yo, ni el él. Es todo entero Aque­llo, el Om Tal Sat incomparable e inexpresable. Aquel que conoce ese YO, de verdad sabe”.
     “El  verdadero  amor es un anhelo de ser libre, de di-
luirse en el Infinito. El verdadero amor es un ansia de silencio. No admite que se le fastidie. En silencio estira los brazos para abarcarlo todo. Es irresistible. Alcanza la meta. Allí donde los dioses todos se sumergen, allí donde se apaga todo sonido, donde desaparece la forma y el pensamiento que­da impensado, donde no existen ya ni vida ni muer­te, allí, Aquello es el YO. ¡Sábelo! Y sabe que allí donde cesa la lucha, allí donde reside la Realiza­ción, donde se borra todo lo relativo, donde ya no se distinguen la belleza y la santidad, el pecado y el terror, lo bueno y lo malo, allí donde la mente, contemplando, se vuelve omnisapiente, allí, Aque­llo es el YO”.
     “Hijo mío, hay una altitud más allá de las mayo­res altitudes, hay la Divinidad más allá de los dio­ses más grandes. Allí detrás, está lo Indestructible. Todo se desvanece, todo se esfuma, aquello que perdura es el  YO".
     Y al irse acallando la Voz, parecería que mi alma iba ascendiendo en la Inmensidad. Entonces, el "yo" dejó de ser. ¡Sólo había Luz —La Luz!


XIII
     Cuando el alma hubo ascendido a la Quietud de lo Recóndito, hízose oír la Voz así:
     "Más profunda que el pecado, más profunda que el mal, es la bondad. El elemento esencial del universo y la substancia que lo compone, es la bon­dad; bondad infinita, incomparable. Nada malo puede haber allí donde está Dios. El mal es un fenómeno; jamás es real. Allá en el fondo, muy en el fondo del mar del alma, están las inquebran­tables rocas de la sabiduría y la verdad. Contra ellas es forzoso que se estrellen los errores, las sombras, las maldades todas. Cierto, en la super­ficie ruge tal vez el violento huracán del deseo, arrecia la tempestad de las pasiones hirvientes, lle­gan horas de obscuridad y de angustia; pero la Realización —un solo instante de Realización— es omnipotente. Barre a un lado toda la perfidia en­furecida y rastrera. Es como el fulgor del sol, que disipa instantáneamente toda obscuridad. Por lo tanto, aun en plena obscuridad, recuerda la Luz; aun en pleno pecado, pronuncia el Nombre del Señor, Y Él, el Señor, oirá tus plegarias, enviará Sus Ángeles en auxilio tuyo. No existe mayor poder que el del alma. En lo más profundo corre el río de la Divinidad una y perpetua. Con sólo vislum­brar Aquello, desaparecerá toda sensación de di­versidad, morada del pecado y de la ignorancia. En esencia eres libre, eres puro, eres divino. Todas las fuerzas del universo están al alcance de tu mano”.
     “¿Lucharás por conseguir la libertad, siendo libre? Tu objeto debe ser el adquirir conocimiento espi­ritual. Un solo rayo de la Llama de la Visión Bea­tífica destruye y extirpa hasta los más sutiles ma­tices de la maldad. ¡Aprende que tuyos son la Fuerza y el Fulgor de lo Eterno! ¡Tu vida no está ni aquí ni allá! ¡Está fija en la Eternidad! Toda esta sensación de pecado, en su sentido más pro­fundo, es ignorancia. Es un sueño. La índole del pecado es debilidad; ¡sé fuerte! ¡Si lograras vislum­brar Lo que tú eres! Y eres Aquello, lo Efulgente y Omnipotente."
     Oí entonces la Voz clamar, como orando: "¡Oh constructor de estos tabernáculos —sentidos y pensamientos— destruye aquello que has construido! Encerrado en el miedo, el sexo, la co­mida y el sueño, y en los pensamientos que de ello surgen, te has amortajado voluntariamente, podría decirse, con la densidad de la ignorancia, y prosigues soñando. Tu maldición reside en tu pro­pia ignorancia. Destroza todos los sueños; destru­ye tanto las ideas de placer como las de dolor; y el férreo obstáculo de la conciencia del cuerpo caerá a un lado. Tienes, pues, ante ti, una tarea prodigiosa. La telaraña de la maya es delgadísima, cual la de una araña, y no obstante, es firme como el diamante. ¡Oh alma, acude en tu propio auxilio! Has construido este tabernáculo, este tabernáculo has de destruir! Y el procedimiento para tal des­trucción, consiste en la propia Realización de tu YO. Implica esto, que es necesario estar divina­mente consciente de la Unidad. ¿Acaso el sol, y las estrellas, y el mismo espacio, han de tragarse tu naturaleza? ¡El Alma está unificada contigo! ¡Sal de las tinieblas, sal de la ignorancia, oh alma! Todo eso te lo has impuesto tú misma. ¡Mejor es el dolor que el placer! ¡Mejor la desdicha que el gozo! Porque ambos esculpen los pensamientos y sentidos, dándoles forma digna para que sean vehículos de la revelación del Espíritu. ¡Conviér­tete en amante de lo Terrible, oh alma! Y aunque en la visión de lo Terrible percibas la Muerte, ¡también, en verdad, verás la Inmortalidad! La Vida es, cuanto más, un sueño. Pero hay el Gran Más AIlá. Al final, en todas partes, hay unidad, una unidad divina que todo lo abarca. Todo es el mismo Sol, aunque sean múltiples sus rayos. Y el rayo es el Sol, y el Sol el rayo. Y tú, ¡tú eres el Sol, el Sol! ¡Y aun en la obscuridad existe Luz!”
     Oyendo esto, descendió mi alma a grados más y más profundos de meditación; y vi, sí, en verdad vi, que el propio rayo es el Sol.
     Volvió aquella Presencia en las horas de medi­tación, diciendo:
     "¡En el Silencio, más allá de todo sonido, en la Paz Eterna, reside tu naturaleza! Lejos del es­trépito de los sentidos, lejos del dolor y la agonía de la vida, lejos de la sensación de pecado y mi­seria, y sin embargo, en medio de todo ello, mora la Divinidad que ES. ¡Cuán estupendo el hilo del sueño! ¡Y no obstante, más estupendo es el Soña­dor que el sueño! ¡Eres, oh, alma, inmortal, pues has trascendido los límites de la muerte; eres in­maculada aun en presencia de enormes iniquidades; estás arraigada en la Divinidad. El bien y el mal son medidas pertenecientes al pensamien­to; ¡pero tú estás más allá del pensamiento, oh Refulgente y Supremo! ¡El esplendor de tu natu­raleza trasciende todas las cosas! Incomparable eres y no hay palabras que alcancen a definirte. ¡Oh, Ser Refulgente, Celestial y Divino, perdido en las alturas de la meditación y la Realización! ¿Quién se atreverá a llamarte pecador, ni tampoco  san­to?  ¿Quién  es  capaz  de  hablar  de  ti, o  
siquiera de pensar en ti?”
     “¡Oh tú, que de cuanto existe eres el Uno, que de cuanto existe eres el invariable e inmortal Ser! ¿Quién alcanzará a describirte en términos morta­les? Más allá de esta vida mortal estás tú, el In­mortal. Y escucha esto: aun en pleno tumulto de pensamientos tempestuosos, se halla el Silencioso Observador de todas las cosas. Su Luz no puede jamás palidecer ante los fuegos fatuos de los sen­tidos, ni puede Su Paz ser perturbada por los embates todos de la vida. Impensable es Él, in­móvil está, más allá del sol, más allá de la luna y las estrellas. Él es el YO; el YO es Él; ¡Él es el vencedor en las guerras de los sentidos!”
     “Por muy elevadas que sean las cumbres de la ignorancia, por muy profundos que sean los abis­mos del pecado y la miseria, Él abarca la altura y la sima; es el Todo, el Uno, el Suprimidor de todas las desavenencias. ¡Sabe esto y sé libre, oh tú, el Libre!"
     Y llegaron hasta mi alma estas palabras:
     “Oye, siempre estoy cerca. Cuando más envuel­to te hallas en la red de tu pecado, y cuando más te debates en completa oscuridad, allí estoy yo, sufriendo contigo de la enormidad de tu pecado. Estoy consciente de tu más íntimo YO; conozco bien el funcionamiento de tu alma más recóndita. Nada puedes ocultarme, ni siquiera un granito de tu pensamiento secreto, a mí, que siempre estoy presente. Estoy en ti; te conozco bien. Sin Mí, no puedes ni moverte ni respirar. Recuerda que soy tu YO, y voy dondequiera vayas, y permanezco dondequiera estés. Ven, envuelve tu corazón en el mío. Convierte al mío en el tuyo propio. Y todo, entonces, estará bien. Sombras y Silencio, en ellos resido, dentro, en el tabernáculo de tu co­razón. ¡Ve ahora! Ve por el mundo predicando mi palabra, a todo viento, pues ella es la vida del YO. Siempre llevarás contigo mis bendiciones y ese amor mío que todo lo abarca. Cual el amor de una madre es mi amor por ti; es mi amor cual el de una paloma  por sus  pichones. Cuando llegue la  aflicción o amenace el peligro, ¡recuerda que soy tu servidor y que amo a tu alma!”
     Cuando terminaron estas palabras, comprendí que había hablado el Gurú, lavándome de todos mis pecados, y exclamé:
     "¡Oh, éxtasis intenso que saborea mi corazón, al estar en presencia de mi Señor! ¡Ser Uno en Él, Uno en Él! ¡Cuán dulce el fluir de tales pensa­mientos divinos!"   Y, como los santos, me grité a mí mismo: "¡Arrójate al Mar de! Señor, oh necio; arrójate al Mar del Señor!"


XIV
     Cuando hubo penetrado mi alma en el Silencio de la meditación, la Voz del Gurú dijo:
     “Hijo mío, ¿no conozco acaso todas tus debili­dades? ¿Por qué atormentarte? ¿No está la vida rodeada de pruebas y tribulaciones? Pero eres un Hombre. No permitas que el descorazonamiento se apodere de tu alma. Recuerda que en tu interior está el Omnipotente Espíritu. Puedes ser lo que desees. Sólo existe un obstáculo: tú mismo.  El cuerpo se rebela, la mente vacila, pero puedes estar seguro del final. Porque nada puede resistir, hasta el último, el poder del Espíritu. Si eres sincero contigo mismo, si en las profundidades de tu yo se halla la integridad, entonces todo está bien. Nada puede tomar posesión íntegra o final de ti. Cultiva la sinceridad de mente y de corazón. Nada me ocul­tes de lo que a ti atañe. Estudia tu mente como si fuera algo fuera de ti.  Conversa con franqueza, de cuanto te concierne, a aquellos con quienes tu al­ma se asocia de verdad. Porque ni las mismas puer­tas del infierno logran resistir a un alma que es sincera. Lo único que se necesita es sinceridad”.
     “Después de todo, la mayoría de tus faltas surgen de tu conciencia del cuerpo. Trata a tu cuerpo como si fuese un trozo de arcilla. Subordínalo a los mandatos de tu voluntad. El carácter lo es todo y el poder del carácter es el poder de la voluntad. En esto reside el secreto entero de la vida espi­ritual; esto constituye el significado entero del es­fuerzo religioso. Observa las civilizaciones. ¡Cómo se llena de orgullo el hombre con la pompa de los poderes sensorios y las realidades sensorias! Pero en el fondo todo se reduce a sexo y comida. La mente de la mayoría ha brotado de estos dos he­chos que comprenden a todos los demás. Recubrimos el cadáver con flores, mas sigue siendo cadáver. Deja, pues, que el hijo del Espíritu pro­fundice su estudio de lo que el mundo llama grande, pero que sólo lleva podredumbre en el interior, por ser bajamente corpóreo y físico. Nada tengas que ver con las cosas efímeras del mundo ni con las mundanas atracciones. Arranca las más­caras con las cuales encubre el cuerpo su vergüen­za. Penetra en aquel conocimiento interno que te enseña que todas esas cosas no son para ti.  Eres el Espíritu; debes saber que el surgimiento o decadencia de los imperios, la tendencia de las culturas o de las civilizaciones, poco implican para la con­ciencia espiritual más elevada. Debes saber que Aquello que es invisible es verdaderamente gran­de; sólo Aquello es realmente digno de desear”.
     “Sé hijo de la pobreza. Siente pasión intensa por la pureza. De lascivia y oro se compone el espíritu mundano. Desarraiga a los dos de tu naturaleza”.
     “Todas las tendencias, de la primera a la última, que te arrastran hacia aquellas dos cosas, son ve­nenos. ¡Vomita toda la corrupción que llevas en tu naturaleza! Lava tu alma hasta limpiarla de toda impureza. Mira la vida tal cual es, y verás entonces que es maya, ni buena ni mala; es algo que debe ser completamente desechado, porque pertenece tan sólo al cuerpo y a la idea de cuerpo. Presta oído a cada susurro de tu naturaleza su­perior. Apodérate como un avaro de cada men­saje de tu YO. Porque la oportunidad espiritual es insigne privilegio; y a menos que escuches cuando la Voz penetre en el Silencio, estando tú ocupado con el llamado de los sentidos, no La oirás; y tu personalidad caerá en garras de costumbres que la harán perecer. Sólo un mensaje tengo para darte: recuerda que eres el Espíritu. Detrás de ti está el poder. Ser sincero, significa ser libre. Sé leal hacia tu herencia espiritual, porque, también, ser leal es ser libre. Que cada uno de tus pasos sea un paso hacia adelante, y, a medida que avances por la amplia carretera de la vida, irás sintiendo más y más que eres libre. Si te respalda la integridad, puedes hacer frente a todos los hombres. Sé fiel a ti mismo; tus palabras resonarán entonces con los acentos de la realidad. Hablarás el lenguaje de la Realización. Y obtendrás el poder de perfeccio­nar la gente”.
     “Cada hombre irradia la fuerza de su carácter. Es imposible ocultarse. Si uno es físicamente de­forme, todos ven la deformidad. Y si eres espiritualmente deforme, también lo sabrán todos por intuición, pues, cuando hables de las cosas del alma, los hombres sentirán que no hablas de las cosas que están en tu corazón. No te será posible comunicarles absolutamente nada de vida espiritual, porque no estarás en estas cosas ni les pertenecerás. Por consiguiente, si quieres convertirte en Profeta del Altísimo, ocúpate de reformarte a ti mismo. Vigila tu naturaleza; observa cada impulso; espiritualiza tus instintos. Sé sincero.  Pero yo te aconsejaría que mantengas en reserva tus realizaciones. No arrojes tus perlas a los cerdos. Si sientes maravillosos estados de Espíritu, permanece silencioso, no sea que por hablar fuerte les restes intensidad. Reflexiona acerca de lo que recibes. Ve con todas las cosas al silencio del Espíritu. Custodia tu sabiduría toda y todas tus realizaciones, como el ladrón custodia sus posesiones. Debes conservarte a ti mismo; y cuando hayas practicado el silencio durante algún tiempo, estando demasiado lleno, rebosará tu corazón, y te convertirás en un tesoro
y una fuerza para los hombres”.
    “Existe un sendero de austeridad que te recomiendo. Medita en lo Terrible. Porque lo terrible se halla en todas partes. Bien lo dijo cierto sabio: “Todo cuanto uno toca, produce dolor.” No interpretes esto en sentido mórbido, sino triunfal. En toda experiencia mística, bajo una u otra forma, encontrarás este culto hacia lo Terrible. En realidad, NO es el culto de lo Terrible. Sólo es Te­rrible para aquel que vive en sus sentidos. Agradable y terrible son términos que carecen de significación para quienes no son esclavos de la idea del cuerpo. Tú has ido ya más allá, por lo menos en pensamiento y aspiración, si no en realización. Meditando en lo Terrible podrás con seguridad vencer la lascivia de los sentidos. Abrazarás la vi­da del Alma. Te volverás puro y libre. Y de este modo te unirás más y más conmigo, que estoy del otro lado de la vida. Nunca mires la vida física­mente; estúdiala síquicamente, realízala espiritualmente. Entonces se te aparecerá de inmediato, con toda claridad, el designio de la vida espiritual. Sa­brás por qué los santos aman la pobreza y la pureza, y evitan, sea combatiéndolo o huyendo de ello, todo cuanto tiene traza de lujuria y oro”.
     “Séate suficiente esto. Sigue lo que te he dicho. Piénsalo y repiénsalo, hasta que lo absorba tu sis­tema nervioso, y la fiebre de estas ideas, y su su­blimidad y éxtasis corran por tus venas, renovando tu personalidad y haciéndote del todo completo”.



XV
     Cuando todo era silencio, apareció en las profundidades de la meditación el Gurú, diciendo:
     “Hijo mío, medita en el Poder que es la forma de la Madre, y luego, trascendiendo cuanto miedo pueda inspirarte dicho Poder, ve más allá de ese Poder; ve al Espíritu de la  Madre, que es Paz. No  tiembles ante las incertidumbres de la vida. Aunque se te aparezcan todos  los aspectos  de lo Terrible y  se multipliquen por mil, recuerda que sólo pueden afectar al yo físico y nunca al yo es­piritual”.
     “Muéstrate tenaz y firme en todas las ocasiones, teniendo plena conciencia de que el Espíritu es indestructible. Toma tu puesto en aquello que es el YO.  En nada creas, salvo en aquella Realidad que es innata e idéntica en todos. Permanecerás entonces impertérrito, tanto en la tempestad co­mo en la seducción de las apariencias. Lo que vie­ne y se va no es el YO. Identifícate con el YO, no con la forma. Lo transitorio predomina en el reino de las cosas, en el mundo objetivo; sólo lo perma­nente perdura en aquel reino de la eterna subje­tividad, donde gobierna la conciencia del Espíritu, libre de las formas del pensamiento y los sentidos”.
     “Aquello que es Verdadero es inconmensurable, como el vasto océano; nada puede limitarlo o circunscribirlo. Los predicados de existencia no pue­den aplicarse a ese Océano sin costas de la Divini­dad, que se abalanza sobre el YO —como YO— en las cumbres de la Realización”.
     “La miseria del mundo está en razón directa del deseo. No tengas, pues, afectos ciegos. No te ligues a nada. Aspira a ser; no ambiciones poseer. ¿Puede alguna posesión satisfacer tu Verdadera Naturale­za? ¿Te dejarás ligar por COSAS? Desnudo viniste al mundo; desnudo te irás, cuando te llegue la inti­mación.  ¿De qué, entonces, has de sentir falso orgu­llo? Sean tus bienes aquellos tesoros que no perecen. El aumento del Conocimiento Interno es su propia recompensa. Cuanto más perfeccionas tu naturale­za, tanto más fácilmente adquieres aquellos eternos bienes con los cuales, al llegar la hora, conquista­rás el Reino del YO”.
     “Por consiguiente, desde este mismo instante, ve y crece hacia adentro; no hacia afuera. Invierte el orden de la experiencia. Retírate de la vida sen­sual vivida por placer. Espiritualízalo todo. Con­vierte al cuerpo en tabernáculo para el Espíritu y deja que el Alma se revele más y más cada día. Se irá dispersando, entonces, esa oscuridad que es ignorancia; y esa luz, que es la Divina Sabiduría, se irá revelando gradualmente. Todas las fuerzas del universo están a tu espalda, actuando armó­nicamente, para ayudar a tu progreso, sólo con que quieras enfrentar a la Verdad.  Como dijo el Señor Buddha: "Sólo los Tathágatas (1) son grandes predicadores; vosotros sois quienes debéis hacer el esfuerzo." Sí, sólo los Maestros pueden transmitir sabiduría; el discípulo DEBE asimilarla; y esta asi­milación es la formación del carácter; es convertir la sabiduría en suya propia. Nadie, sino uno mis­mo, puede salvarse a sí mismo”.
     “Por consiguiente, levántate. Muéstrate diligente y no te detengas hasta alcanzar la meta. ¡Tal es el Mandamiento de los Upanishads!” (2)
     “Así como la fiera salvaje persigue su presa; así como el esclavo de sus pasiones procura satisfacer su lujuria; o como el que está muriendo de ham­bre anhela comida, y el que se está ahogando pide auxilio, con esa misma intensidad y fortaleza de espíritu busca tú la Verdad. Como el león, a quien no amedrentan los ruidos; como el león, in­trépido y libre; como el león, vaga tú por el mun­do, resuelto a adquirir la Verdad. Para ello se necesitan fuerza infinita e infinita intrepidez. Avan­za sin miedo, sabiendo que todas las limitaciones estallarán para abrirte paso, que todos los cami­nos torcidos se enderezarán, si unes todas las fuer­zas de tu Alma y si, valientemente, arrancas la MÁSCARA”.
     “¿Buscas a Dios? Pues sabe que, cuando hayas visto al YO, el YO se te revelará como Dios."
“¡Om Tat Sat!”
¡Y la Voz del Gurú penetró en el Silencio que es Paz, y
su forma en el Esplendor que es Dios!


1 Tathágatas: los Buddhas, los iluminados.
2 Upanishads: antiguos textos místicos donde se expone la filosofía Vedanta.


XVI
     De nuevo, dejóse oir la Voz en las horas de me­ditación, diciendo:
     “La paz sea contigo, hijo mío. Ni aquí ni en el más allá existe motivo de miedo. El gran espíritu del Amor se infiltra en todas las cosas. Y no existe, para tal amor, otro nombre que Dios. Dios no está lejos de ti; no está circundado por las barreras del espacio, porque Él es el Ser Sin Forma y reina en lo interno. Entrégate por completo a Él. Dale todo cuanto eres, bueno y malo; todo. Nada conserves. Con un acto tal de renunciamiento, quedará puri­ficada tu naturaleza íntegra. ¡Piensa en lo vasto que es el Amor! Es más grande que la vida y más fuerte que la muerte; es el más rápido de los ca­minos que conducen a Dios”.
     “Difícil es el sendero del Conocimiento Interno; fácil el del Amor. Vuélvete como niño. Ama y ten fe. Ningún daño podrá, entonces, sobrevenirte. Sé paciente; ten esperanza. Estarás, entonces, listo pa­ra enfrentarte con todas las circunstancias de la vida. Amplía tu corazón. Desarraiga toda estre­chez mental, todo pensamiento del yo pequeño. Entrégate a Él, con fe total. Él conoce todos tus modos de ser. Confía en Su sabiduría. ¡Cuán pa­ternal es Él! ¡Por encima de todo, cuan maternal es! Es infinito en su paciencia para sufrirte; su clemencia no conoce límites. Aunque peques miles de veces o infinitas veces, Él vuelve a perdonarte.
     “Aunque te acontezca algún mal, no puede ser un mal, si amas al Señor. Hasta la experiencia más aterradora se revelará a ti como mensajero del Bienamado. En verdad, por medio del Amor al­canzarás a Dios. ¿Acaso una madre no es siempre constante en su cariño? Pues, lo mismo es Él, que ama a tu alma. Cree; con sólo creer todo te irá bien. No temas por las transgresiones que has cometido ya. ¡Sé un hombre!  ¡Haz frente a la vida con co­raje! Suceda lo que suceda, permanece fuerte. Re­cuerda que la fuerza infinita está al alcance de tu mano. Dios Mismo está contigo. ¿Qué miedo puedes sentir?”
     “Combate, ahora mismo y aquí mismo, por tu inmortalidad. Educa la mente, Esa es la única ta­rea de importancia. Ese es el gran significado y propósito de la vida. Ahora se te presenta la opor­tunidad de demostrar tu inmortalidad, venciendo la conciencia del cuerpo, mientras el Espíritu está aun, como si dijéramos, encerrado en la carne. Hazte digno de la inmortalidad. Hasta los dioses rinden culto a aquel que ha conquistado la idea del cuerpo. La muerte sólo es un acontecimiento físico; larga es la vida de la mente, e inmensa­mente larga la vida del Alma. ¡Cuán necesario es, por consiguiente, que pienses pensamientos elevados, para así acelerar tu evolución espiritual! Termina de una vez con las cosas exteriores. Aunque llegue un hombre a dominar el universo entero, debe aun dominarse a sí mismo. Aunque descubra todo lo que es cognoscible, intelectualmente hablan­do, le falta aún conocerse a sí mismo. Porque el conocimiento del Yo es el objetivo de la vida. Consciente o inconscientemente, éste es el objetivo que da a la vida su razón de ser. Es éste el propó­sito que explica el proceso de la vida, el proceso del desarrollo del YO. Meritorio es, verdadera­mente, el conocimiento que tiende al mejoramien­to del Yo interno. Dedícate animosamente, pues, a la tarea del conocimiento del YO. Largo será tal vez el camino, pero no cabe duda acerca del fin. Abandonando todas las demás palabras, preocúpate por Aquello que es lo más Alto”.
     “¡Mantente firme sobre tus propios pies! Desafía al universo entero, si fuese necesario. ¿Qué es lo que puede dañarte al final? Conténtate con el Altí­simo. Otros buscan riquezas exteriores; busca tú el tesoro interior. Ya llegará la hora en que compren­das que el imperio del mundo entero, sí, y hasta el imperio de los dioses, son como polvo ante el esplendor del conocimiento del YO. ¡Levántate! ¡Prepárate para el gran esfuerzo! Ven, alma grande; tuya es la herencia de
la   Vida  Divina.  Tuyas  son  las  riquezas  que   ningún
ladrón puede hurtar. ¡Tu­yas son las riquezas del Omnipotente!”


XVII
Dijo la Voz, haciéndose oír en la quietud de la meditación:
     “Terrible es la ligadura de este mundo; difícil es escapar de las redes de la maya. La vida nos en­seña que, para vivir verdaderamente, hay que trascender la vida, hay que conquistar la muerte. Ésta es la tarea suprema; y el modo de lograr es­ta conquista es venciendo aquellos instintos físi­cos que conducen a la muerte. Te hablo profun­damente, hijo mío, rogángote te mantengas bien, bien despierto, y te cuides de todo cuanto acuda a tentarte. La única manera de progresar espiritualmente es anticiparse al más leve surgimiento de la tentación. Mantén vigilancia estricta sobre tu mente. Ocúpate constantemente de cuanto hay de grande y noble. Así te irás liberando gradual­mente”.
     “Cuando llega la tentación, llega con frecuencia de repente, antes de que la mente tenga tiempo de darse cuenta de lo que sucede. Se ve uno apa­rentemente atropellado, hasta el punto de sucum­bir. Todos los santos comprenden esto. Por consi­guiente, ellos se anticipan a todo pensamiento malo, venciendo su fuerza y la posibilidad de su surgimiento, por medio de acérrimos pensamientos bue­nos. El pensamiento nos hace y nos deshace. Cui­da, pues, de pensar pensamientos buenos”.
     “Recuerda que debes, constantemente, mantener en alto tu mente. Jamás le permitas que esté ocio­sa. La ociosidad, es la contraparte del mal; es el nido en el cual el mal pone más huevos. Cuídate de la ociosidad. Toma la vida en serio. Comprende la brevedad del tiempo y la enormidad de la tarea que tienes por delante: el desenvolvimiento del YO. Ahora es tu tiempo, ahora es tu oportunidad. Y amargo será tu arrepentimiento si te dejas negli­gentemente llevar a la deriva, hacia estados de limi­tación y lucha, peores que aquellos en los cuales te hallas al presente. Sé digno de un futuro mejor, de un mejor nacimiento, convirtiendo tu vida ac­tual en un éxito del Espíritu”.
     “Abunda la muerte en el mundo. Inevitable es la ley del karma. Ten cuidado, no sea que la muerte te sorprenda en pleno pecar, y el karma acompañe, con aumento de ligaduras y horribles calamidades, tu rendición al deseo físico. Hijo mío, cuando ha­yas probado una sola vez el néctar de la inmortali­dad, ¿cómo ha de ser posible que te alimentes con las sobras del cerdo?”
     “Sin embargo, no te alarmes. La Gracia de Dios es mayor que montañas enteras de pecado. Mien­tras creas, habrá para ti esperanza. Pero, el camino es de una longitud casi infinita. Piensa en la can­tidad de vidas necesarias para extirpar por com­pleto el mal, para alcanzar la transformación final de la conciencia humana en divina. ¿No entiendes, pues, cuan seriamente debes trabajar para tu pro­pio bien? Y si me amas, ¿no tratarás de alcanzar la Meta, aunque sea por mí? ¡Cuánto tiempo he estado esperando que te volvieras sano y comba­tieras valientemente! Estuve ansiando tu rectitud. Siempre te sostendré; te amaré siempre; pero debes sacudir tu letargo. Sal de tu pereza moral; vamos, ¡sé un hombre!”
     “Tu amor por mí es la estrella polar de tu vida. Es la base de tu ser. Y esto tiene su razón, pues tu amor por mí te salvará. Devoción hacia el gurú es lo único que se necesita. Esto resolverá todas tus dificultades. Conque alégrate. Sabe siempre que estoy contigo. Mis ansias de Dios, mi Realización, todo cuanto soy o poseo, te será entregado a ti, porque es para el gurú un placer entregarse, todo él, si fuese necesario, para bien del discípulo. Ha­biéndote aceptado una vez, te acepté para
siempre, para la eternidad. Ve ahora en paz, y ten presente que si permaneces fiel a ti mismo, aumentarás aun mi propia gloria y hasta mi propia visión."


XVIII
     La Voz del Gurú habló a mi alma:
     “Hijo mío, nada hay tan fascinante como la his­toria de tu propio desarrollo. Es el desarrollo de la personalidad lo que hace la vida interesante. ¡Sé el testigo! Hazte a un lado, como si dijéramos, y observa tu personalidad, como si fuera una cosa separada. Estudia el caprichoso pensamiento, el deseo fugaz. ¡Cuán transitoria la importancia de la experiencia de ayer! ¿Acaso hay algo que importe, después de una década? Recordando eso, atraviesa la vida tranquilo. Nada de lo terrenal tiene im­portancia; todo es transitorio. Ocupa tu tiempo, pues, con cosas del Espíritu. Sé desapegado. Sumérgete en la meditación. Que tus inclinaciones sean monásticas. El valor de cualquier experiencia o de cualquier idea reside en su tendencia hacia formación del carácter. Habiendo comprendido esto, logra una nueva perspectiva de la vida”.
     “¡Cuánto tiempo dedican los mundanos al cuer­po, a este frágil trozo de arcilla! ¡Cuán preocupadas están sus mentes con las efímeras cosas físicas! Ellos perecen con las cosas perecederas; ellos se dejan tragar por la maya. Evita, por consiguiente, el preocuparte por cosas mundanas.  Rehuye el contacto de las personas mundanas. ¡Qué sutil es la mente! Constantemente trata de idealizar lo físico. En eso está el sortilegio de la maya. No te dejes seducir por la falsa belleza, ni por el oropel de las apariencias. No pierdas tu conocimiento interno. Esta lucha viene perpetuándose desde tiempos inmemoriales. ¿Qué es todo el apego mun­dano, comparado con el amor que Dios siente por tu alma? El apego es del cuerpo y, por lo tanto, es ligadura. Pero a mí me amas con tu alma. Ahí está la diferencia. Hijo mío, bueno ha sido que soportaras muchos sufrimientos para llegar a comprender el peligro y la falsía del mundo. Cuanto más sufres, tanto más te acercas a mí”.
     “¡Cultiva la pasividad! Eres por demás irrespon­sable,
y por demás agresivo. Antes de percibir las faltas ajenas y de criticarlas despiadadamente, des­cubre tus propias y notorias faltas. Si eres incapaz de sujetar tu lengua, haz que hable contra ti, no contra otros. Ante todo, ten en perfecto orden tu propia casa. Preceptos como éstos se hallan en completo acuerdo con la filosofía de la realización del YO. Porque no puede haber realización del YO sin carácter. La humildad, la mansedumbre, la dulzura, la indulgencia, el no ver nada malo en los demás, todos éstos son elementos prácticos para la Realización. No te fijes en lo que puedan hacerte los demás; ocúpate de tu propio mejoramiento. Cuando hayas aprendido eso, serás dueño de un gran secreto. El egotismo está en el fondo de todo”.
     “Arráncalo de cuajo. Y en cuanto a la pasión, man­tén estricta vigilancia. No puedes tener seguridad de haberla vencido, hasta no haber dejado tu cuerpo en el crematorio. Convierte tu mente en "smasana"(1); ¡reduce a cenizas todos tus deseos si quieres liberarte estando aun vivo!”
     “Debes aprender la obediencia "ciega". ¿Qué eres, sino un niño? ¿Tienes algún conocimiento real? Déjate guiar por el sendero, como se guía a un niño. Ríndete por completo a mis deseos. ¿No es mi amor por ti, el de una madre? Y sin embargo, soy también para ti como un padre, pues no te ahorro palos ni castigos. Si quieres llegar a Maes­tro, aprende, ante todo, a ser discípulo. Lo que ne­cesitas es disciplina”.
     “Antes, tu entusiasmo por mi causa era pueril y efervescente. Ahora, se está tamizando con el verdadero conocimiento interno. El niño es irreflexi­vo, el joven es obstinado; es el hombre el que vale. Mi intención es hacer de ti un hombre, en el sen­tido espiritual. Te quisiera profundo, responsable, diligente, bien disciplinado; y quisiera que mani­festaras tu lealtad y amor hacia mí, por medio de un carácter firme y sincero. ¡Avanza! Mis bendi­ciones y mi amor están siempre contigo."

1 Smasana:  crematorio.


XIX
     En las horas de meditación, oí que la Voz me decía:
     "No tengas amargura en tu corazón. Sé cándido contigo mismo. Extirpa toda noción falsa que se refiera a ti. Extirpa todo falso apego. Debes ver la Divinidad en vez del cuerpo. Debes verte a ti mismo tal como te ven los demás. Por encima de todo, no te tengas falsa lástima. ¡fuerte! Si has de tener faltas, que sean las faltas de un león”.
     “Potente es la Ley. Te hará añicos el corazón y destrozará tu personalidad, en razón directa de tu porfía. Pero también te conducirá al verdadero conocimiento del YO. Basa tu fe, pues, sobre la Ley. Toda acción provoca reacción; que tus ac­ciones, por consiguiente, broten de la pureza de corazón y pensamiento. Entonces conocerás la Paz”.
     “Con frecuencia, una multitud de pecados se oculta bajo el nombre de sentimientos; tal vez, en el fondo, están actuando los instintos físicos más bajos. El recubrirlos con un manto de oro no solu­ciona el asunto. Tenemos tendencia a idealizar las sensaciones puramente físicas, tomándolas por emo­ciones elevadas. Pero el discernimiento arranca el disfraz, y enseña que el falso apego siempre es dominador, cruel, sin conciencia y centralizado en sí mismo. Es porfiado, ciego, limitado al cuerpo. El verdadero amor, por el contrario, es puro, re­lacionado con el Espíritu; da infinita libertad al ser amado, y está lleno de sabiduría y renuncia­ción de sí mismo. Vomita de tu corazón, por con­siguiente, todo apego, todo sentimiento mal colo­cado. Y cuando lo hayas hecho, así como no podrías ni mirar tu vómito porque te produce asco, ni si­quiera vuelvas a pensar en el apego. Es ligadura, una ligadura terrible. Recuerda esto, y avanza, valientemente, hacia la Meta de la Liberación”.
     “La más alta vocación es la monástica. Deshaciéndote de toda ligadura ayudas a cuantos te han conocido o penetrarán alguna vez en tu vida. Al realizar el YO, el monje ya cumplió con todos sus deberes. Con su propio sacrificio redime a otros. Sé tú un monje en tu corazón y en tus actos. No dependas de nada ni de nadie. Da a los demás su libertad y mantente libre”.
     “No te descorazones por causa de tus desventa­jas; pues esas mismas desventajas, si reciben un rumbo espiritual, serán transformadas en venta­jas. Espiritualiza tu sentir. Luego, cuando ya no existan en tu naturaleza ni malicia ni irritación nerviosa, estarás firme en tu lugar, y serás luz y ayuda para muchos, aunque no los veas. Sé un león, y entonces todas tus debilidades irán cayen­do. Aspira a ser un Dios, y entonces se dispersarán las limitaciones de tu conciencia del cuerpo. Te volverás Espíritu puro. Aprende tu lección de los sublimes fenómenos de la Naturaleza: las monta­ñas, los inmensos mares, los deslumbrantes soles. Siente tu identidad con todas las cosas fuertes”.
     “El regenerarse a sí mismo, hijo mío, es un pro­ceso largo y doloroso. Para poder crecer es ne­cesario que antes seas abrumadoramente franco contigo mismo. Todos los pretextos para excusarse a sí mismo o sentirse lástima deben ser eliminados por repetidas experiencias de dolos, y por la humi­llación de tu orgullo. No puedes tontear con Dios, ni ser hipócrita con tu propia alma. Lo mejor, lo más bello que llevas en ti, debe surgir. Da las gracias, pues, cada vez que te llega un mensajero del dolor, porque te revela, a la vez, tu debilidad y tu YO. Exclama: ¡Bendito, bendito dolor!”
     “Tu poquito de erudición te ha convertido en un egotista intelectual; un poco más de erudición te hará espiritual. Recuerda que la mente no es el alma. Deja que la experiencia machaque la mente tanto como quiera. Eso la purificará. Y es lo esen­cial. Gradualmente, el Sol del Alma perforará las opacas nubes de  la ignorancia, y, entonces, te será revelada la meta, y te diluirás en su fulgor."


XX
     Prosiguiendo sus instrucciones, dijo el Gurú:
     “Pulgada por pulgada, iré dominando tu perso­nalidad. Paso a paso, te acercarás por fuerza a mí. Porque soy tu señor y tu Dios, y no he de tolerar ningún ídolo de los sentidos, ni tampoco idea algu­na que idealice a los sentidos entre yo y tú. ¡Rasga los velos, hijo mío! ¡Rasga los velos!”
     Comprendí, entonces, que el Gurú, en persona, se había vuelto responsable de mí. Parecióme que un gran peso me había sido quitado de encima.
     Continuó diciendo:
     “La experiencia mística es buena, pero mejor que la experiencia mística es la Conciencia que trae el carácter. El carácter lo es todo, y el carác­ter sólo viene por medio del renunciamiento. Los dolores y las aflicciones extraen los poderes del Alma y forman el carácter. ¡Dales la bienvenida! Mira qué" divinas oportunidades ellos crean. "El diamante corta al diamante", según reza el dicho, y sólo el dolor vence al instinto. ¡Bendito, bendito dolor! Aquella admirable devota Kunti (1) oraba pidiendo que su destino fuese siempre la aflicción, para poder así recordar continuamente al Señor. Hijo mío, la suya era una verdadera plegaria. Reza tú de igual modo. Si me amas, recuerda que el dolor te acercará más a mí, y ha-
rá resplandecer tu naturaleza superior”.
     “Si lo inmortal ha de ser manifestado, lo mortal debe ser arrancado y crucificado. El verdadero "Tú" está detrás de la configuración pasajera de la conciencia. ¡Y no te encierres en un sectarismo, hijo mío! Cuando hayas adoptado un cierto rumbo en la vida espiritual, ¿por qué convertirte en faná­tico? Dios no debe ser realizado de un solo modo sino de todos los modos. Dondequiera hay gloria o grandeza, allí el Señor Mismo está manifestado. ¡Derrumba todas las paredes! No te han sido asig­nados límites especiales. Has de tener innumera­bles facetas; tu único deber consiste en perfeccio­narte a ti mismo. ¿Quién te ha ordenado que predi­ques una sola idea, excluyendo todas las demás?  ¿Quién, siquiera, te ha ordenado que prediques? He logrado hasta cierto punto abrir tus ojos. Ayer, tu visión era borrosa. Hoy estás empezando a comprender que antes de enseñar a otros debes disciplinarte a ti mismo. ¡Cuídate del engreimien­to! Esta pasión de hondas raíces yace escondida bajo mucho inegoísmo aparente, y aparente deseo de trabajar. En verdad, el egoísmo es la peor mal­dición. Prepárate, antes de entrar en acción. ¿Cómo puedes cobijar la esperanza de hacer bien a los demás, si tu mente corre de aquí para allá? La concentración es lo primero que se necesita. Tu conciencia superficial es tan caprichosa y malcria­da como la de un niño rebelde. Lo que se te pide es que traigas a la superficie lo más íntimo, el hombre real que eres. ¡Esto de ser Dios un momen­to y esclavo de tus pasiones al instante siguiente, de nada sirve! Hijo mío, el carácter, como te he dicho repetidas veces, es la única prueba de la Visión”.
     “El encanto del romanticismo y del idealismo se interpone entre el "hoy", los días de Buddha y los rishis (2). Pero lo tierra era, entonces, la misma que ahora. El verano era cálido, el invierno frío; la pasión devastaba los corazones de los hombres, y la pobreza y riqueza, salud y enfermedad, camina­ban a la par. Había selvas y montañas y ríos; y ciudades y ferias; y la muerte, entonces como ahora, paseaba majestuosamente por doquier. Las mis­mas dificultades debían ser vencidas. Buddha con­templaba el mismo mundo que tú estás contem­plando hoy. Por consiguiente, la misma realización es posible. ¡Pon manos a la obra! Los Vedas mis­mos fueron producidos en un ambiente tan hu­mano como el que hoy te rodea. ¡Pon manos a la obra, hijo mío!”
     “Es la mente consciente la que debes tomar en mano. Ése es el instrumento que, cuando esté perfecto, te permitirá explorar las ignoradas profun­didades de la mente subconsciente y quemar anti­guos samskaras (3)  que, de cuando en cuando, bro­tan por debajo del umbral. Y por medio de esta misma mente consciente, espiritualizada, puede ser alcanzada la más alta Superconciencia. De lo co­nocido, el hombre pasa a lo Desconocido. El cono­cimiento es lo que ha sido conquistado por la expansión de la mente consciente. Se obtiene más y más del infinito territorio del pensamiento. El fin es la Omnisapiencia. El verdadero conocimiento, hijo mío, no es material sino espiritual. El hombre es lo que se revela por medio del conocimiento, no la cosa”.
     “El verdadero conocimiento es, siempre, un pro­ceso de realización consciente. La asimilación de ideas, como la asimilación de alimentos, toca y ac­túa sobre la personalidad consciente. El sistema nervioso necesita asimilar ideas. Entonces, el cuer­po en sí se llena de chaitanya (4). El cuerpo todo se vuelve Espíritu. Esto fue lo que quisieron sig­nificar los Maestros que dijeron: "Aun, físicamente, soy chinmaya" (5). Por eso, hasta el servir física­mente al Gurú, es un privilegio. Aun el mismo cuerpo, se torna Espíritu con ese proceso”.
     “Una de las tareas más tremendas que llevarás a cabo, hijo mío, es la comunión con tu YO. Ahora, tu concentración depende muchísimo de las circunstancias y del medio ambiente. Sientes la necesidad de entrar en comunión con otros. Pero las demás mentes sólo pueden darte el estímulo. A ti mismo te hablas, cuando hablas con otro. Pero el conocimiento, el verdadero estimulo, debería venir de adentro. ¿Por qué depender de otro? ¡Avanza solo, como el rinoceronte!”
     “La mente misma se vuelve Gurú, hijo mío. Ésta es una enseñanza antigua. ¿Y por qué? Porque, presionando sobre la mente, en busca de la realiza­ción del YO, está la Divinidad que eres. Yo y to­dos los demás somos sólo aspectos de la Gran Realidad. La conciencia que yo usaba en tu plano, estando en el cuerpo, sólo era, podría decirse, una ventana por la cual percibías el Infinito. Pero esa conciencia que era Yo, yo mismo me esfuerzo por diluirla en lo Divino. ¡Lo que hay de real en mí, lo que hay de real en ti, es Brahmán! ¡Adora a Brahmán, hijo mío, adora sólo a Brahmán!”

1 Kunti: madre de Aryuna, protagonista del "BhagavadGuita".
2 Rishis: sabios espirituales, de la época védica.
3 Samskaras: resultado de las acciones realizadas en pasadas encarnaciones.
4 Chaitanya: conocimiento.
5 Chinmaya: hecho de conciencia pura.
XXI
     Dijo entonces una Voz, hablando a mi alma de las glorias del Gurú:
     “Hijo, ten fe ilimitada en tu Gurú. Por Su mi­sericordia, por Su iluminación, tu Alma, en lo más recóndito, ha sido resucitada. Él te ha buscado, y debido a Él has sido completado. La realización del Gurú desciende a torrentes sobre el discípulo. Es incesante; y nada puede resistirle. Su amor hacia ti no conoce límites. Por ti, Él es capaz de todo. Ja­más te desamparará. Su amor mismo es prueba de Su Divinidad, y aun Su reprobación, es una bendi­ción disfrazada”.
     “La Realización de tu Gurú es algo concreto; es una cosa presente ante ti. Por medio de la trans­figuración de Su Naturaleza, percibes verdadera­mente lo Divino. No existe otro sendero para ti. Entrégate todo entero y por completo al Gurú. ¿Qué son, al fin de cuentas, hasta los dioses todos? Aquel que ha realizado Su Naturaleza es la Divi­nidad Misma. Viendo el hombre la gloria inmensa de Quien ha realizado al YO, percibe dicha Rea­lización en múltiples formas. El Gurú es más que su personalidad; a través de Él brillan todos los aspectos de la Divinidad. ¿No es acaso Shiva en persona? Del Gran Gurú, el mismo Shiva es sólo un aspecto. Medita sobre tu Gurú como Shiva, como tu Ishtam (1), y en el momento supremo de la Realización hallarás la Naturaleza que es el Gurú, diluida en tu Ishtam. Ante ti está quien se ha con­vertido en la Divinidad Encarnada, por medio de la Realización del YO. ¿Qué quieres, pues, con los dioses abstractos o las concepciones teológicas? Adondequiera vayas, Él te seguirá, porque, por el gusto de ayudar a la humanidad, Él ha renunciado hasta el mismo Nirvana. En esto es Él, en verdad, otro Buddha. Su personalidad resulta tanto más real, tanto más poderosa, por haber Él realizado Su Naturaleza. Habiendo alcanzado la Conciencia de Brahmán, Él está dotado de vida y de conoci­miento sobrehumanos. Los dioses todos se inclinan ante Aquel que se ha vuelto Brahmán. Por la perspectiva de la adoración a tu Gurú, mira toda la Divinidad que ES. Así, todo se convertirá en uno, y será alcanzada la más alta Conciencia Advaitista (2). Porque el Gurú será visto según pers­pectivas cada vez mayores, a medida que se agran­den tu propio gñana y bhakti (3). Por la suprema expansión de la personalidad se realiza la más alta aniquilación del yo, que es el YO. Allí el Gurú, Dios y tú, sí, y el universo entero, se tornan Uno. Ésa es la Meta. Mira tu Gurú según la perspectiva del Infinito. Tal es la más elevada sabiduría. Con el Gurubhakti avanzas por el sendero más alto”.
    “En cierto sentido, el Hombre Divino es más real que el Puro Estado de Dios. Sólo puedes compren­der al Padre a través del Hijo. Aun antes de adorar a Dios, adora al Dios-hombre. Fuera de la con­ciencia humana que ha realizado a Brahmán, ¿dónde está Dios? El culto al Gurú es lo más ele­vado para el discípulo, porque, por medio de esta adoración a la personalidad del Gurú, todo sentido de la propia personalidad se perderá al último. Más y más amplios se vuelven los horizontes de la visión espiritual. Al principio es necesaria la presencia física, luego viene el culto a la perso­nalidad del Gurú. El paso siguiente consiste en trascender hasta la presencia física y el culto al Gurú, porque el Gurú enseña que el cuerpo no es el Alma. El discípulo necesita ser educado como un niño. De lo físico debe pasar a la percepción del mensaje e ideas del Gurú, de la persona al principio. Ni la mente ni el cuerpo cuentan para nada en ésa, de todas las relaciones íntimas, la suprema. El Alma misma del Gurú es transmitida a través de ralizaciones cada vez más sublimes. Cuanto más se diluye la personalidad del discípulo en la Naturaleza del Gurú, más se ve diluir la personalidad del Gurú en Aquello de Lo cual hasta su cuerpo ha sido una manifestación. Entonces es lograda la más sublime Unidad. ¡Las aguas de las dos personalidades, del Gurú y el discípulo, se convierten en el Océano del Infinito Brahmán! Para alcanzar esa Suprema Beatitud, ¿no irás don­dequiera Él te mande? Por Él, si así lo dispone, soportarás alegremente mil nacimientos y muertes. Porque eres Su amante servidor; Su voluntad es tu Ley. Tu voluntad se ha convertido en ins­trumento de Su voluntad. Seguirlo, ¡tal es tu dharma! (1). Pues como dicen las Escrituras: "En verdad, el Gurú es Dios, el Gurú es Brahma, Vishnu y Mahadeva (4). ¡Es, verdaderamente, el Supremo Brahman! ¡Nadie hay más elevado que el Gurú!"


1 Ishtam: el aspecto Personal de Dios, elegido por el devoto (Jesucristo, Krishna, Buddha, Shiva, etc.)
2 Advaitista: de advaita, monismo.
3 Bhakti: devoción
4 Dharma: religión, deber.
4 Mahadeva: Shiva.


XXII
     Luego, en otra hora de meditación, el Gurú habló:
     "Hijo mío, en cualquier momento, puede llegar la hora que trae la muerte; aprovecha, pues, la vida hasta el máximo. Cuando una noble inspira­ción se presenta en tu alma, captúrala codiciosa­mente, no sea que, por tu pecado de omisión, se pierda por completo. Para cada sentimiento ideal, existe una realización práctica. El método de reali­zación tiene igual importancia que la percepción del mismo ideal. ¿Qué son todos los discursos gran­dilocuentes comparados con una onza de prácti­ca? Las palabras pueden hacer brotar una emo­ción, pero tanto el tiempo como las sensaciones se perderán, a menos que asumas la responsabili­dad que el ideal exige de ti. No albergues hipocre­sía en tu corazón. No envuelvas con manto de oro tu inacción, llamándola resignación. Si no respon­des a los estímulos espirituales, ten la seguridad de que se debe siempre a consideraciones físicas. Si se te ocurriera seguir un rumbo arriesgado en la vida espiritual, es probable que tu cuerpo se incorpo­rara, interrogando: "Mente, ¿me resultará eso có­modo?" ¡Ay, y qué lejos te has quedado del ideal por culpa de las razones físicas...!”
     “Hijo mío, el coraje es tan indispensable en la vida espiritual como en las luchas que se libran en el mundo. Una perseverancia como la del avaro que acumula oro y más oro, un coraje como el del soldado que se precipita contra el enemigo; tal perseverancia y coraje tal, debes poseer para acumular tesoros que no perecen y dominar, de una vez por todas, al cuerpo y la conciencia del cuerpo. Es ése el secreto escondido tras cualquier forma de realización: coraje indomable, coraje que ignora todo miedo. Desarrolla los poderes del autoanálisis y descubrirás que si flaqueas, en vez de adoptar intrépidamente la vida de verdadera renunciación, es por la exigencia de tu cuerpo, el cual trata de satisfacer los mezquinos y egoístas deseos del yo mortal”.
     “Pero, este cuerpo debe ser desarraigado. Debe desaparecer, en una de esas resueltas determina­ciones de realizar el propio YO como espíritu. Hijo, arrójate de un solo salto a la oscuridad, y verás que la oscuridad misma se ha vuelto luz. Arranca todas tus ligaduras; o, mejor dicho, subordina el cuerpo a las ligaduras mayores, aquellas de la incertidumbre del mañana, e inmediatamente des­cubrirás que has obtenido la mayor libertad, y que el cuerpo mismo habrá de volverse servidor del Alma”.
     “Es tan necesario, en la vida espiritual como en la temporal, el dar pasos arriesgados. Aquel que no arriesga, jamás puede esperar ganar. Arroja tu cuerpo por encima de la borda, al mar de la incer­tidumbre; sé como el monje errante, que no se apega a las personas ni a los lugares ni a los objetos; y, aunque pierdas el cuerpo, ganarás el Alma. Intrepidez es lo único necesario; la intrepi­dez de un tigre en la selva. Sólo manos vigorosas pueden rasgar el velo de la maya. De nada sirven las teorías; lo que se necesita es hombría. Mien­tras haya temor por el cuerpo, no podrá haber realización para el alma. Piensa en los sacrificios que hace la gente mundana, persiguiendo placeres mundanos. ¿No te sacrificarás tú, persiguiendo co­sas espirituales? ¿Puede Dios ser realizado con la elocuencia o con meras formas? Deja de cobijarte en las influencias guarecedoras. Ven a campo abier­to. Sea el Infinito tu horizonte. ¡Que el universo entero sea la campiña por la cual vagas!”
     “¡Acoge con  júbilo toda experiencia!  jSal de tu estrecha arboleda! La intrepidez te hará libre. Así como es cierto que en esta vida sólo el dharma es verdadero, es igualmente cierto que sólo el sannyasa (1) es el verdadero sendero espiritual. El re­nunciamiento, como la religión, no es mera forma; lo abarca todo; es una condición de la conciencia, un estado de la personalidad. En la realización, tú mismo debes llegar a ver a Dios cara a cara; en el renunciamiento, tú mismo debes hallar la paz eterna. Nadie puede realizar por ti; tampoco puede nadie renunciar por ti. Sé, pues, valiente, y camina con tus propios pies. ¿Quién puede ayudarte, salvo aquello que es en ti el YO? Convirtiendo tu propia mente en Gurú tuyo, tu propio YO Interno en tu Dios, avanza, resueltamente, como el rinoceronte. Sea cual fuere la experiencia que te llega, recuerda que sólo afecta al cuerpo, no al Alma. Ten una fe tal y una tal fortaleza, que nada pueda ya pre­dominar sobre ti. Y entonces, habiéndolo renuncia­do todo, hallarás que todas las cosas están bajo tu mando y que ya no eres su esclavo. Cuídate, sin embargo, del falso entusiasmo. Que nada te impor­ten las sensaciones agradables o desagradables. Conténtate con avanzar, sin sendero, sin miedo, sin arrepentimiento. Sé el verdadero sannyasin. No te escudes bajo falsas nociones. Rasga todos los velos; destroza todas las ligaduras; sobreponte a todos los miedos, y realiza el YO”.
     “No te demores. El tiempo es corto y la vida veloz. El ayer se ha ido; el hoy huye rápidamente; el mañana está ya a tu puerta. ¡Depende de Dios, únicamente! Renunciando lo obtienes todo; renun­ciando cumples con todas tus obligaciones; entre­gando tu vida, ganas la Vida Eterna. Porque, ¿a qué vida renuncias? A la vida de los sentidos y de los pensamientos alimentados por los sentidos. ¡Desciende a las profundidades de tu personali­dad! Allí verás que una potente conmoción del espíritu está ya trabajando, y que pronto fustigará la superficie hasta convertirla en una verdadera tempestad de renunciación y visión de Dios. ¡Cree en tu YO!  Bastante  tiempo  has sido  indiferente. ¡Sé  ahora  sincero!  ¡Sé  tremendamente  sincero!  Y, entonces, serán tuyas todas las buenas cosas del Alma!"


1Sannyasa: renunciación.


XXIII
     De nuevo habló el Gurú:
     "Ya ha sido pronunciada la palabra; las órdenes te han sido dadas ya. Lo que ahora se requiere es acción. La enseñanza sin práctica, de nada sirve. ¡Cuán grande sería tu pesar, si no hubieras puesto en práctica, hace ya largo tiempo, tu resolución y tu conocimiento interno! Habiendo alcanzado el sendero, avanza resueltamente. ¿Hay algo que pueda interponerse en el camino de quien se ha resuelto a realizar el YO? ¡Cuando te halles solo, Dios será tu compañero, tu amigo, tu todo! ¿No es preferible abandonarlo todo, para poder sentir me­jor la Presencia de Dios? Cuando renuncias a la Naturaleza, la Naturaleza, en persona, te revela su verdadera belleza.  Así, todo  se  volverá  espiritual  para ti.  Hasta
una brizna de hierba te hablará del Espíritu”.
     “Cuando lo hayas renunciado todo y andes por caminos solitarios, recuerda que mi amor y sabidu­ría siempre estarán contigo. Estarás cerca, muy cerca de mí. Obtendrás un mayor conocimiento íntimo de las cosas, una mayor firmeza de volun­tad, y un gran aumento del sentido universal. Te volverás uno con todas las cosas. El renuncia­miento, hijo mío, es el único sendero. Imagínate, hoy, estar muerto”.
     “Por mucho que se rebele, algún día, de algún modo, el cuerpo habrá de ser sacrificado en holo­causto del Alma. La idea de cuerpo debe ser domi­nada. Si eres suficientemente sincero, se tornará corto para ti el larguísimo sendero que huellan los tibios de espíritu. Debes asir al tiempo por sus ca­bellos. Aprovéchate, instantáneamente, de la opor­tunidad. Si de un solo brinco puedes saltar por encima de la barrera que separa el tú, tal como eres, del tú tal como debería ser, apresúrate a sal­tar. Arrójate sobre ti mismo como el tigre sobre su presa. No tengas compasión de tu yo mortal. Entonces resplandecerá en ti tu YO Inmortal”.
     “Hijo mío, no prestes atención a las bagatelas. ¿Qué pueden importar los detalles, cuando lo Uni­versal mismo ha amanecido en ti? Los detalles son meramente físicos; no fijes tu mente en ellos. Preocúpate del Uno y no de los muchos. Poseyendo el espíritu de vairagyam (1), no te importe lo que puedan aportarte los detalles de la experien­cia. Recuerda que tú mismo eres tu propio ene­migo, a la par que tu propio amigo. De un solo golpe puedes romper las ligaduras de un verdadero ejército de samskaras pasados. Cuando haya des­pertado en ti el verdadero espíritu, la tarea resultará fácil. Y mi gracia y bendiciones serán contigo, durante la formación y afianzamiento de ese espí­ritu. Ten fe y te irá bien”.
     “¿Por qué preocuparte por la opinión de los de­más? ¿De qué ha de servirte tal actitud de tu mente? Mientras busques el aprecio de los demás, convéncete de que la vanidad es dueña de la ciudadela de tu corazón. Sé recto a tus propios ojos; y digan lo que quieran los demás, no les escuches. No pidas consejo; sigue tu propia y más elevada inclinación. Sólo la experiencia puede enseñarte. No desperdicies tu tiempo en vanas habladurías. De nada han de servirte. Cada uno es guiado por su propia experiencia; por tanto, ¿quién puede aconsejar a otro? Cuenta sólo contigo, en todo sen­tido. No busques que otro te guíe; guíate a. ti mismo”.
     “Tu sinceridad te hará firme; tu firmeza te lle­vará a la meta. También tu sinceridad te hará resuelto, y tus resoluciones te harán dominar todo miedo. ¡A ti van mis bendiciones! ¡A ti mis ben­diciones para siempre!"


1 Vairagyam: renunciación.


XXIV
     Y la Voz del Gurú dijo: "iHijo mío, interiorízate en lo Más Recóndito! Las cosas exteriores son como dardos y saetas que no hacen sino herir al alma. Haz de tu YO Inte­rior tu verdadera morada. Dijo el gran Mago Salomón: "¡Vanidad de vanidades y todo vanidad!" ¡Qué cierto es! ¿De qué sirven las riquezas todas del mundo en el instante de la muerte? ¡Qué bien lo sabía, Nachiketas (1), el de fama Upanishádica! Venció al mismo Yama, por medio de la gran vic­toria que trae el renunciamiento. Todo cuanto posee forma debe sufrir la muerte; la muerte es el destino de toda forma. Aun la misma mente es una forma. También ella está sujeta a cam­bios y desintegración. Ve tú, pues, más allá de ambas: mente y forma”.
     “Desde el punto de vista más elevado, nada im­porta. En sentido supremo, cuando has entregado tu corazón a tu Señor, ya nada puede ligarte. Esto debería darte una estupenda sensación de libertad y expansión. Esto debería quitarte todo miedo. El amor es el más grande de los poderes. Con el po­der del amor se desgarran fácilmente los muchos velos que impiden tu visión del Bienamado”.
     “¡Purifica tu mente! ¡Purifica tu mente! Esto, ahora y para siempre, es el significado único y to­tal de la religión. Desarrolla continuidad de pen­samiento, conduciéndolo por lo más elevado. Des­arrolla, más y más, la firmeza de propósito. Y entonces nada ya te podrá resistir. Irás hacia tu meta con la velocidad del águila. ¡Oh, si pudiera uno pensar a toda hora en el Altísimo! Eso sería ya, de por sí, la Liberación”.
     “Sacude tu indolencia. Reconstruye tu naturaleza entera. Abre tus ojos a la belleza que está en todas partes. Entra en comunión con la Naturaleza. Te enseñará ella muchas lecciones, que no te son desconocidas. Ella traerá una gran calma a tu per­sonalidad. Reconoce a la Invisible Divinidad hasta en el universo visible que te rodea. ¡Sé el testigo! El que actúa está agobiado por los efectos de su acción; si necesitas actuar, aun en la acción, sé el testigo. No te preocupes de nada, excepto del auto­análisis y la Realización del YO. Fortifica lo que de mejor tengas en ti. No prestes atención a la opinión ajena. ¡Sé fuerte! Haz de tu mismísimo y propio yo, tu Gurú. Satúralo de ideas y propósitos grandiosos, hasta el punto de que por sí mismo busque y exprese lo más elevado”.
     “Cuando se haya fortalecido despertará, y cosas jamás soñadas te serán reveladas”.
     “¡Abstente de críticas! ¿Eres acaso el guardián de tu hermano? ¿Acaso tú eres el responsable de sus actos?  ¿Quién te ha erigido por encima de él, como juez? Borra hasta el menor recuerdo de la mala conducta ajena. Ocúpate de ti. Bastante hallarás en ti que criticar y condenar. Y, no obstante, halla­rás, también lo suficiente para causarte alegría. Porque cada uno debe ser, para sí mismo, su propio universo. Deja que muera lo humano que hay en ti, para que se revele lo Divino. ¿No es mejor ha­llarse en paz? ¡No te perturbes por nada! ¡No pon­gas tu fe en el hombre, sino en Dios! Él te guiará y conducirá”.
     “Estate firme, como roca, en este samsara (2), este mar de inquietudes. Marcha por esta interminable selva de la multiplicidad, como el león. La Omni­potencia está detrás tuyo; pero antes, extirpa y haz añicos todo deseo de poderes mundanos o pura­mente físicos. Con la espada del discernimiento, parte en dos cuanta cosa  interponga la maya en tu sendero. No dictes normas a nadie. ¡No dejes que nadie te las dicte a ti! No temas a la muerte; pues, aun cuando ella te alcanzara en este mismo instan­te, comprende que estás ya en el Sendero, y sigue avanzando sin miedo. La muerte es sólo un inciden­te de una vida más amplia. Aun, más allá de la muerte, existen posibilidades y oportunidades para el progreso espiritual. No hay límite para lo que puede uno llegar a ser. Todo depende del esfuerzo individual, y está siempre a nuestro alcance la Misericordia de Dios”.
     “Estudia todo cuanto te rodea; y hallarás que cada cosa contiene para ti un mensaje espiritual. El Uno reina supremo; ese Uno que está en cada aspecto de los muchos. Adora a la Unidad Omni­presente, aun cuando parezca desmentirla lo múl­tiple con su variedad enloquecedora. Las aparien­cias engañan, como reza el refrán; pero es deber del hombre descubrir ese engaño y ver la Realidad tras de toda apariencia. Cada uno es el guardián de su propio karma; cada uno es el destructor de sus propias ligaduras; cada uno debe descubrir por sí mismo la Realidad. No existe otro medio. Cada cual se halla en su propio campo; cada cual debe librar sus propias batallas; y la Realización es, siempre, una experiencia enteramente individual. Al final, cada uno es su propio Salvador y su pro­pio Señor. Porque la Divinidad Que Es, brillará co­mo Entera Unidad, a través de cada uno de los fragmentos de la personalidad. Tal es la ense­ñanza. Eso debe ser realizado. Y cuando Eso haya sido realizado, la Gran Meta habrá sido alcan­zada".


1 Nachiketas: refiere el Katha Upanishad que, un niño llamado Nachiketas, fue a visitar a Yama, rey de la muerte, para interrogarlo acerca de la inmortalidad y saber qué sucede después de la muerte. Habiendo recibido las ense­ñanzas de Yama, se volvió Inmortal.
2  Samsara: universo, existencia.


XXV
     De nuevo habló a mi alma la Voz del Gurú:
     “Trata a tu cuerpo como si fuera algo separado de ti. Si le dices "Haz esto", eso hará. El Maestro ha dicho: "Imagínate que eres el reloj colocado sobre la repisa de tu chimenea, y estudia desde allí tus idas y venidas diarias. Verás, así, cuan vanas e inútiles son casi todas." Cesa, pues, de atribuir importancia exagerada, o de apegarte al incidente de cada hora. Ignora lo físico, si eres incapaz de espiritualizarlo. Resulta difícil, en verdad, incluir la Divinidad en la vida diaria común; pero, tal es la prueba. No sólo en las Alturas, sino también en los valles, debemos encontrarnos cara a cara con Dios. |Cuán verdaderamente concentrada se halla la mente que logra vislumbrar el Espíritu, aun en las circunstancias más ordinarias!”
     “Destruye hasta la menor traza de egotismo. Cuanto más estudies tu personalidad, tanto más verás que el egotismo surge atropelladamente en casi toda experiencia, sea de acción o de pensa­miento. El egotismo no sólo debe ser vencido, sino enteramente destrozado. Aun cuando se culpa uno a sí mismo o se compadece de sí, está presente este maldito egotismo. El verdadero hombre de Realización no culpa a los demás, ni se culpa a sí mismo; ignora las circunstancias, estando recubierto con cosas más gran-
diosas”.
     “Contémplate como si ya estuvieras muerto. Aun en vida, sepárate de tu cuerpo. Mira el espíritu, y no la forma de las cosas. Entonces, con esta visión nueva y más clara, la vida entera se te aparecerá bajo una luz distinta, y se te manifestará en formas nuevas, más elevadas, y completamente espiri­tuales”.
     “Reflexiona largamente acerca de la asombrosa continuidad de las experiencias mentales y mora­les. Te parecerá entonces evidente que el hombre nace y vuelve a nacer, hasta que su progreso se diluye en la perfección. Cada cual está creando, por medio del pensamiento, deseo y acción, un mundo del cual, él mismo, debe ser el gobernador. No sólo uno sino innumerables cuerpos, crea el alma en su esfuerzo por sondear, hasta lo más profundo, el océano de la experiencia objetiva, y por llegar más allá de tal experiencia, hasta la plena conciencia subjetiva del Espíritu Puro”.
     “Destroza todo anhelo de cosas ocultas o meramente especulativas. El aumento del falso conocimiento, o la adquisición de los llamados poderes síquicos, es de por sí, pernicioso, ya que intensi­fica el ego y aumenta el egoísmo. Que la concien­cia se extiende de varios modos durante el proceso espiritual, es fenómeno reconocido y estrictamen­te incidental. Cuando se considera esto, sin embar­go, como superior al objetivo de la realización del YO, el progreso a lo largo del Sendero se ve estor­bado por miles de obstáculos. Cuídate del ego como te cuidarías de un perro rabioso. Así como no toca­rías un veneno ni jugarías con una serpiente pon­zoñosa, mantente alejado de los poderes síquicos y de quienes los pretenden. Haz que todas las facul­tades de tu mente y corazón se dirijan al Señor. ¿Cuál otro puede ser el objetivo en la vida espi­ritual?”
     “¡Sé independiente! ¡Ante todo, sé independien­te! Coloca tu fe en tus propias posibilidades y en la misericordia del Ser Supremo. La fe en los demás te hará solamente más y más desdichado e inca­paz. Si no crees en ti mismo, las más dolorosas experiencias te obligarán a creer. Nada sabe la Ley de sentimentalismos, ni de quienes a sí mismos se compadecen. Ella pulverizará tu naturaleza ani­mal hasta darle forma espiritual. Sólo conoce un objetivo: ¡el de transformar tu carácter! ¿Por qué rezagarte, pues? ¿Por qué dejar para otra vida lo que puede ser realizado en este mismo instante? ¡Sé sincero! ¡Sé tremendamente sincero! Que seas digno o indigno, está fuera de la cuestión. Tu sal­vación está asegurada, porque serás forzado a lle­var una vida elevada. Tal es el destino de cada individuo. La Divinidad debe ser puesta de mani­fiesto”.
     “Resulta, igualmente necesaria, una gloriosa indiferencia espiritual. ¿Por qué fijarse en los mil y un detalles irritantes que el día trae consigo? Sé libre; comprende que todas estas cosas sólo son las corrientes de ese caudaloso río de pasados samskaras, del cual debes arrancarte para siempre. Deja que suceda lo que quiera; deja que de ti digan lo que quieran. Para ti, todo eso debe tornarse tan insustancial como un espejismo. Si realmente has renunciado al mundo, ¿cómo puedes sentirte aún perturbado? Sé consistente en tu esfuerzo, así como en tus ideas e ideales”.
     “En un museo de pintura, el crítico observa los varios cuadros: algunos,  espantosamente  trágicos;  otros, admirablemente bellos; pero no se siente afectado por las emociones representadas. Haz tú lo propio. La vida es un museo de arte; las expe­riencias son como otros tantos cuadros, colgados del muro del tiempo. Estúdialas, si así te place, pero guárdate de todo interés emotivo. Estudia, pero permanece indiferente. Teniendo esta idea en la mente, te convertirás, de verdad, en el testigo. Estudia tu mente y todas tus experiencias, como un médico estudia el cuerpo o sus enfermedades. Muéstrate inflexible al criti-
carte a ti mismo. En­tonces, progresarás de verdad”.
     “Largo es el camino. El proceso de educación requiere repetidas vidas. Pero uno puede vivir con intensidad y evitar así los senderos tortuosos, por los cuales se desvían quienes viven extensivamen­te y sólo en la superficie de su personalidad. El reflexionar profundamente y de continuo, acerca de temas espirituales, y el transformar los deseos en aspiraciones y la pasión en fervor espiritual, tales son algunos de los medios y caminos. Deter­mínate a ser firme cada hora del día, hasta que tu naturaleza entera se empape de ideas e intencio­nes espirituales. Estate siempre alerta. Abandona todo a Aquél que es el Dispensador de todo lo bueno. Abrázate a cualquier cosa que te ayude a mantenerte firme en el sendero espiritual, aunque sea el miedo a la muerte. Eres una planta joven que necesita apoyo; aférrate a cualquier cosa que te haga fuerte, y no la largues ni a sol ni a sombra. Se firme, sincero, recto, de mente diligente; y apro­vecha cada momento y cada oportunidad. El camino es largo, el tiempo vuela. Por consiguiente, como ya te he aconsejado repetidas veces, pon manos a la obra, dedícale tu alma entera, y alcan­zarás la Meta."


XXVI
     Habló la Voz del Gurú:
     “Hijo mío, te verás obligado a aprender que hay en este mundo ciertas dificultades con las cuales deberás enfrentarte, y que te parecerán insupera­bles por causa de tu pasado karma. No te im­pacientes ni encolerices por eso. Aprende que, don­dequiera están actuando las preocupaciones y las esperanzas, allí también existe la forma más ciega del apego. En habiendo terminado tu tarea, ¡apár­tate! Deja que el propio karma del trabajo lo lleve flotando, a su gusto, por el río del tiempo. Cuando hayas completado tu obra, quítale las manos de encima. Trabaja al extremo, y luego resígnate al extremo. En todo caso, jamás te descorazones; el ­que los frutos del trabajo sean buenos o malos, es siempre de importancia secundaria. Abandónalos, y recuerda bien que, al trabajar, la meta debe ser no tanto la perfección del trabajo como el perfec­cionamiento de la personalidad por medio del tra­bajo”.
     “Sobre tus propias acciones puedes influir; sobre las acciones de otro no tienes poder alguno. Su karma es uno, el tuyo es otro. ¡No critiques, no tengas esperanzas, no temas! Todo irá bien. La experiencia viene y va; no te desconciertes. Estás sobre terreno firme. Que la experiencia te enseñe a ser libre; y venga lo que venga, no forjes nuevas ligaduras. ¿Eres tan loco que te dejas ligar por una cierta forma de trabajo? ¿No es infinito mi trabajo? ¡No rebajes los grandes ideales del Karmayoga (1) y del verdadero trabajo con envidias o apegos! ¡No permitas que te embarguen emocio­nes infantiles!”
     “No esperes, no anticipes. Deja que las corrientes del samskara lleven por donde quieran, flotando tu personalidad. Recuerda que tu verdadera natu­raleza es el Océano, y permanece despreocupado. Comprende que la mente es el cuerpo en forma sutil. Por lo tanto, sea tu austeridad, mental. Con­sidera todos tus cambios de humor como siendo cambios del cuerpo; permanece alejado; tú eres el Alma. Preocúpate sólo de tu YO. Dirige tu propia vida. Muéstrate fiel a ti mismo”.
     “Hijo  mío,  toma  la  vida  con calma. En todo tiem­po, queda en paz. Por nada te agites. Tu naturaleza física es demasiado, nerviosamente rayásica. (2). Pero no pierdas tu rayas; espiritualízala; tal es, el se­creto.  Mantente bajo un control tan perfecto que, en cualquier momento, puedas tranquilizar tu na­turaleza activa y permanecer, por completo, en el estado meditativo. |Ten muchas facetas! Que tus relaciones con aquellos, en cuyo contacto te ha puesto el karma, sean tales que des testimonio de la grandeza que reside en ellos. Y si tienes que notar faltas, mira primero la viga en tu propio ojo antes que la paja en el de tu hermano. No te dejes abatir por la experiencia de la hora. ¿Qué importará dentro de diez días?”
    “El significado entero de la vida religiosa es li­brarse del ahamkara o egoísmo. Raíces tan pro­fundas tiene, que resultan dificilísimo de descubrir, como difícil de hallar es la causa de una enferme­dad muy interna. Se disfraza bajo miles de aspec­tos; pero, de todos sus disfraces, ninguno es tan traicionero ni malvado como el disfraz espiritual. Creyendo, negligentemente, que trabajas con pro­pósitos espirituales, verás que en el fondo son, con frecuencia, motivos egoístas los que te mueven. Mantén, pues, una aguda vigilancia. Sólo con la conquista y extinción total de la personalidad, pue­de ser comprendido y realizado el Sublime Imper­sonal. El morir para sí, con tal de vivir realmente, es el objetivo de la vida espiritual. Satisfechos con fuegos fatuos, muchos dejan de ver el sol. La ver­dadera inmortalidad sólo puede ser conseguida cuando la personalidad egoísta ha sido completa­mente destruida.  ¡Recuérdalo! ¡Fija tu mente en lo Impersonal! Es la Luz del Altísimo, que brilla a través de la personalidad que se ha vencido a sí misma. Cuando brilla esa Luz en su máximo es­plendor, entonces se manifiesta la Refulgencia del Nirvana" (3).

1 Karma Yoga: sendero del trabajo efectuado con desa­pego.
2 Rayásica: activa.
3 Nirvana: liberación.


XXVII
     En el silencio de la hora de meditación, la Voz del Gurú habló a mi alma estas bienaventuradas palabras:
     “Hijo mío, mientras existan ideas, persistirán sus aspectos de forma. Por esta razón, los devas (1) y todas las realidades espirituales son esencialmente verdaderos. Innumerables son las esferas del uni­verso; pero, en todas ellas, y a través de ellas todas, brilla el esplendor de Brahmán. Cuando realizas a Brahmán, se vuelven uno, para ti, todos los pla­nos, las esferas y los estados de conciencia. Acepta, por consiguiente, todas las verdades, y adora todos los aspectos de la Divinidad. Sé am­plio, universal. Ensancha el alcance de la religión; considera al espíritu religioso, en todas las sen­das de la vida, como una posibilidad. Dondequiera que la experiencia, de cualquier índole que sea, es interpretada espiritualmente, allí puede ser oída la Voz del Señor. Aprende a ver el lado contrario en todos los asuntos; así, entonces, no serás jamás un faná­tico. Consagrándolo espiritualmente, aun el acto más insignificante, puede volverse divino. Ve al universo entero como penetrado de Vida Divina. Desarraiga todo concepto de diferencia; destruye cuanto limita tu visión; dilata la perspectiva hasta hacerla infinita, hasta que lo abarque todo. "Don­dequiera haya rectitud —dice el Señor— sabe que allí estoy manifestado." El cerco que rodea, pro­tegiendo al arbolito tierno, es útil; pero dicho arbolito debe convertirse en un amplio baniano (2), que dé abrigo y protección a todo cuanto se gua­rezca a su sombra. De igual modo, la sensación de diferencia puede ser útil al crecimiento de ciertas ideas, pero debe llegar el instante en que la idea particular tome aspecto universal. Sé amplio, hijo mío, sé amplio. Haz que en ti se vuelva instinto el tener amplitud de ideas. Porque, lo que debe ser logrado intelectualmente, también ha de serlo emocionalmente”.
     “Considera al universo entero con amor igual; siendo leal con tus amigos, llegarás a comprender que en cada vida individualizada brilla, potencialmente, esa misma y hermosa Luz que ves en aquel a quien llamas con el dulce nombre de: "hermano". ¡Sé universal! Ama hasta a tu ene­migo. Estas distinciones entre amigo y enemigo sólo son fenómenos superficiales. Debajo, muy abajo, allá en la profundidad, todo es Brahmán. Aprende a ver lo Divino en todo y en todos; pero, sin embargo, cúidate lo suficiente para evi­tar los desagrados y choques de los temperamen­tos. En el sentido más elevado, el parentesco más verdadero es aquél donde no existe parentesco y que, por lo tanto, es espiritual. Aprende a reco­nocer lo Universal en lugar de lo particular; el Alma en lugar de la personalidad física. Así te unirás más íntimamente a tu amigo; ni aun la muerte podrá separaros. Y, habiéndote sobrepuesto a todas las diferencias, no sentirás ya que tienes enemigos. Advierte, en cada forma, lo que tiene de hermoso; pero adora, en vez de ansiar poseer. Que cada alma y cada forma tengan para ti un mensaje espiritual”.
     “Todas las ideas son relativas, dependiendo del temperamento del cual provienen; por eso, cuando escuchas a otro, contempla el aspecto de realiza­ción, en lugar de la lógica de su discurso; no sur­girá, entonces, ninguna discusión, y tu propia rea­lización recibirá nuevos impulsos. Y aprende, asi­mismo, que con frecuencia el silencio es oro, y que el hablar y discutir disipan las fuerzas. Y recuerda que jamás debes arrojar perlas a los cerdos. Todas las emociones dependen, también, del temperamen­to; sé, pues, el testigo, en vez de ligarte. Comprende que tanto el pensar como el sentir pertenecen a la maya. Pero la misma maya debe ser espirituali­zada; haz que tu yo se posesione del Yo, y per­manece desapegado. Porque lo que piensas y sien­tes hoy,  puede no importarte mañana. Y por encima de todo, sabe que, en tu naturaleza verda­dera, eres independiente de ambas: idea y emoción. Ellas sólo te ayudan a revelar lo que es en verdad tu YO; deja, por lo tanto, que tus pensamientos y sentimientos sean grandes, universales, por sobre todo egoísmo. Entonces, aun en esta densa oscu­ridad del samsara, percibirás, aunque confusamente al principio, la Luz Eterna”.


1 Devas: seres luminosos.
2 Baniano: árbol frondoso de Bengala.
XXVIII
     Habló el Gurú:
     “No hagas planes; sólo los hacen las personas de mente mundanal. Independízate de las circuns­tancias; haz de la incertidumbre tu certeza, y vive ateniéndote estrictamente a los votos del sannyasin. ¿Por qué prestar la menor atención a lo que pueda traer el día de mañana? Vive el presente tal como lo hallas, y del modo más noble. Asocia el nombre de tu Bienamado a cada una de las cir­cunstancias de tu experiencia pasada, presente y fu­tura. Así, quedarán espiritualizadas. Considéralas como si observaras unos cuadros colgados de la pa­red. Pueden éstos representar escenas trágicas, vul­gares o fascinadoras, pero tú has de ser sólo el testi­go. Sean ellas buenas o malas, el Yo que está en ti vive apartado de todas las experiencias”.
     “Y en cuanto a organizaciones, aprecia su utilidad y la grandeza de las ideas que representan, pero no te identifiques con ellas. La vida religiosa es pura­mente personal y subjetiva; puedes haber nacido en una iglesia, pero debes sobrevivirla. Por la ley, hasta más allá de la ley: tal es sendero de la Realiza­ción. Aprende eso, y sé libre. Cumple tu trabajo a medida que se te presenta, pero sé independiente de él. Si tiene que haber organización, que sea una organización de ideas; jamás te ocupes de dar ex­tensión a una formación meramente organizada. Ninguna organización puede salvarte; has de sal­varte tú mismo. Por lo general, las organizaciones degeneran en cosa mundana, por muy espiritual y antisectario que sea su propósito. Cuídate de todo sectarismo. Mantente alejado de todo dogmatismo y fanatismo. Abárcalo todo”.
     “Permanece siempre leal y fiel a la fuente de donde recibiste tu inspiración. Ten fe y ama; ten esperanza y sé paciente. Pronto serán rasgados to­dos estos velos de la ilusión, y me verás a mí, tu Bien­amado, tal como soy en realidad. No te dejes ligar por mi personalidad, o, mejor dicho, por la noción que de ella tienes. No soy aquello que, como tu propia personalidad, estuvo asociado, durante la vida en la tierra, con limitaciones y debilidades humanas. Esa personalidad la usurpé yo; mi verdadera natu­raleza es Aquello que inspiró mi enseñanza allí. Conóceme tal como soy, no tal como fui. Conóceme subjetivamente como tu YO, y entonces verás el YO en todo, y perderán su influencia sobre ti las sensaciones de limitación y multiplicidad. No soy algo externo; resido en lo más Íntimo. Vivo en tu pensamiento; estoy contigo en tu anhelo. Las relaciones de tiempo y espacio nada pueden sobre el Alma, ni pueden interponerse en el camino de la comunión espiritual. Soy tu Antayarmin (1). Conó­ceme como tal; y aunque nazcamos a miles de años de distancia, aunque no se rasguen los velos en la hora de la muerte, nada importará. No exis­ten barreras en el Amor ni en la Realización. Tal vez, hasta necesite yo que tú trabajes y existas fenomenalmente lejos de mi; pero yo veo a través de los velos, aunque tú no veas. Estoy eternamente presente, a tu lado y contigo, lo sientas o no. Ya llegará la hora, sin embargo, de que lo sientas. Así como los colmillos del elefante, una vez crecidos no se vuelven hacia adentro, del mismo modo, cuan­do el Gurú concede su amor y su conocimiento, los concede para siempre”.
     “Al convertirte en servidor mío, te has liberado. Tu liberación está en proporción directa de tu ser­vicio hacia mí. Y convéncete de que, por mucho que por mí te afanes, más valor tienen ante mis ojos tu amor y fidelidad por mí, que tu trabajo por mi causa. Infinito es el universo y eterno el tiempo; pero, yo estoy siempre listo, para acudir a la menor seña tuya”.
     “No necesitas formas; lo que importa es el espí­ritu monástico, no el hábito de monje; y el verda­dero sannyasin es el vidwat-sannyasin (2), el que confina con la Iluminación Interna. Sea tu nombre el de uno que lucha  por alcanzar la meta. La vida monástica  tiene un
desarrollo infinito. La forma, nada es; la vida lo es todo”.
     “Sé como Indra(3)en tu fuerza. Sé como los Himalayas en tu firmeza. Por encima de todo, deja el yo, y ponte en comunión con tu YO. Que mi Nombre sea tu mantram (4). Que tu yoga (5) sea la unión de tu alma con la mía; que tu Realización sea el conocimiento consciente de que, en el cora­zón de las cosas, yo y tú siempre somos Uno. La diferencia significa muerte; la Igualdad es Vida”.
     “Has oído mi Voz; has recibido mi enseñanza. Obedece, ahora, implícitamente; ama infinitamen­te; trabaja sin pensar en el yo. Sé mi instrumento; deja que hasta tu misma personalidad sea mía. Di: "¡Shivoham, Shivoham!", "¡Soy ÉL, soy ÉL!"
     “El universo entero es Brahmán, Aquello que es Brahmán tan­to en ti como en mí; busca ese Brah­mán, realiza en ti y en todos ese Brahmán, como la Única y Absoluta Existencia-Sabiduria-Dicha, ¡y sé libre, sé libre!"

1 Antayarmin: uno de los nombres que se dan a Dios; significa: "el conocedor de nuestros sentimientos íntimos".
2 Vidwat-sannyasin: aquel que renuncia, después de al­canzar el conocimiento.
3 Indra: rey de los devas o seres luminosos.
4 Mantram: palabra, frase o verso usado por los orien­tales para concentrarse sobre una idea espiritual, y hacerla penetrar profundamente en la mente.
5 Yoga: tiene varias acepciones: en el presente caso significa "sendero"; en otro, puede ser conexión entre el devoto y Dios. También, según el famoso Patányali, yoga es la cesación de las actividades mentales.


XXIX
     Oyendo, día tras día, las palabras del Gurú en las horas de meditación, realicé la verdadera rela­ción entre Gurú y discípulo. Una Realización in­conmovible y eterna es ahora mía; y sé que en la vida o en la muerte, estemos juntos o separados, es una Gran Presencia que no está limitada por el tiempo ni por el espacio, una Presencia que no pue­de saber de separaciones. Y exclamé, dirigiéndome al Gurú, mientras me rodeaba una Gran Luz:
     "Me has alzado, con Tu Gracia, de la oscuridad. Me has tomado tal como era, una mera nada, y me convertiste en lo que soy: un devoto consciente de la infinita fuerza que lleva dentro. Desde hace tiempo vengo oyendo Tu Voz; y escuchándola, es co­mo si me embriagara con música arrobadora, una música jamás oída. Pero mi propia respuesta fue ruidosa y efervescente; no comprendí lo que oía. Antes, la Luz de Tu rostro resultaba demasiado augusta, y no Te veía yo tal como eres. Así, por ignorancia y capricho, desperdicié los tesoros que tan liberalmente me entregaste; y ¡ay de mi!, pequé como el pecador más vil, aun en Tu propia Pre­sencia; infligí mis iniquidades al mismo Amor y Bendiciones que derramabas sobre mí. Fui comple­tamente indigno de Ti. Tanta era mi vanidad que Te olvidé, y me coloqué sobre el pedestal de conductor de hombres, para que las gentes pudieran decir de mí: "¡Es grande!" Pero ahora, ¡oh Señor! he llegado a comprender. Con manos impuras co­rrompí Tu enseñanza y profané Tu Presencia. Mas Tu Misericordia ha sido infinita, y Tu Amor hacia mí indecible. En verdad, Tu Naturaleza es divina. Aun mayor que el de una madre por su propio hijo es Tu amor por Tu discípulo. ¡Oh Señor!, me has castigado con Tu Poder, hasta com­pletarme; me has modelado como modela su arcilla el alfarero, hasta darle la forma que desea. Tu Compasión, Tu Paciencia, Tu Dulzura, son Infini­tas. ¡Te adoro! ¡Te adoro! ¡Te adoro! Que mis ma­nos, mis pies, mi lengua, mis ojos y oídos, mi mente, voluntad y emociones, mi personalidad entera, sean ofrecidos en holocausto y purificados por las llamas de mi Devoción hacia Ti. Te consagro mi bien y mi mal; todo cuanto he sido, soy y seré, durante vi­das y más vidas. ¡Tú sólo eres mi Dios y mi Salva­ción! ¡Eres mi propio YO Superior! Nada quiero poseer, ni quiero otro hogar que Tu Corazón. Sea mi vida un resplandor de pureza, ahora, y para siempre."
"¡Hari Om Tat Satl"


XXX
     Y siempre he sentido desde entonces, en las horas de meditación, una Presencia Viviente en mí y a mi alrededor. Y, henchido de éxtasis, oigo y repito el gran Mantram:
    "¡Om!, i tu propio Yo, soy siempre y para siem­pre!
     ¡Tuya es la Infinita Fuerza! ¡Despierta!, ¡levántate, y no te detengas hasta alcanzar la Meta!
     ¡Eres Brahmán! ¡Eres Brahmán!"
¡Om! ¡Om! ¡Om!






“Aquello que es Verdadero es inconmensurable como el vasto océano; nada puede limitarlo o circunscribirlo. Los predicados de existencia no pue­den aplicarse a ese Océano sin costas de la Divini­dad, que se abalanza sobre el YO —como YO— en las cumbres de la Realización”.


“Soy la eternidad que está más allá del tiempo, sí, y dentro del tiempo. Tenga o no cuerpo, todo es el Espíritu. En el corazón existe siempre la Uni­dad. En el corazón existe siempre la Paz. Muy por debajo de la tempestad desencadenada en la super­ficie, muy por debajo de las olas de multiplicidad y lucha, y del dolor que de ambas deriva, está la Corriente Submarina de la Realidad”.


     "¡En el Silencio, más allá de todo sonido, en la Paz Eterna, reside tu naturaleza! Lejos del es­trépito de los sentidos, lejos del dolor y la agonía de la vida, lejos de la sensación de pecado y mi­seria, y sin embargo, en medio de todo ello, mora la Divinidad que ES”.


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