Buenos Aires, Argentina, 1978.
Es una fría noche en el puerto de Buenos
Aires, una ligera lluvia humedece la ciudad, el cielo está completamente
nublado. Las calles están completamente desiertas. En aquella época, a
esas horas, difícilmente se puede encontrar vida en el exterior. Una
farola alumbraba muy tenuemente el callejón, el empedrado se ponía
resbaloso con la lluvia, los edificios cerrados, puertas y ventanas
completamente selladas. Él conocía perfectamente el escenario, había
recorrido miles de veces esas laberínticas calles, pero sabía que
probablemente jamás lo volvería a hacer.
Manuel Santillán era alto, robusto de
cabello largo y negro, el “León” le apodaban. Sus ropas se notaban
desgastadas, a esas alturas era lo que menos importaba. Consigo
únicamente cargaba su revólver y una fotografía vieja, lo más importante
iba en su mente y alma. Los años de resistencia se notaban en su
mirada, fija, probablemente desolada, pero siempre apuntando hacia un
mejor porvenir. Las circunstancias lo habían llevado hasta ese frío
callejón. La realidad lo había conducido a esa lucha incansable por
hacer mucho más que sobrevivir.
A lo lejos pudo escuchar los gritos de
sus persecutores, lo rastreaban y se acercaban rápidamente. Perdido en
sus pensamientos no notó que había topado con pared, no había más
camino, no había salida, el momento había llegado. Con la poca luz que
había preparó su 9 milímetros y decidió esperar el momento, escondido en
la entrada de un edificio. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca,
la lluvia se hacía cada vez más intensa. Al mirar al primero de los
gendarmes decidió salir apuntándole con su pistola, pronto se vio
rodeado.
Sin duda era él, llevaban meses
buscándolo, por fin habría “ajuste de cuentas”. No hubo tiempo de
insultos o forcejeos. No estaban ahí para detenerlo, iban por él. Sin
vacilar el sargento abre fuego y le da. La gran explosión retumbó en
toda la ciudad, en todo el pueblo argentino. Manuel Santillán cayó
herido de muerte. Los oficiales desconcertados miraban al caído poco a
poco desangrarse. Con su último aliento, antes de morir, el “León”
pronunció: “Queridos enemigos de siempre, hoy dejo este mundo de dolor, nunca se olviden que el llanto de la gente va hacia el mar”.
Los oficiales presentes aquella fúnebre
noche, que vieron morir a Santillán, abandonaron el cuerpo policial,
prefirieron desaparecer al igual que el “León”. Del caso no se habló
más.
El único recuerdo que quedó de Manuel
fueron las palabras de un borracho. En un sucio bodegón del viejo barrio
de San Telmo, en el mismo Buenos Aires, se cuenta que se vio a un
borracho murmurando entre lágrimas las palabras del “León”: “Llanto, dolor, sufrimiento de un pueblo se ahoga y se hunde en el mar, lo dijo el León”.
El verdadero Manuel
El pasado es un relato totalmente
producto de la ficción, inspirado en la canción Manuel Santillán, el
león de la banda Los Fabulosos Cadillacs. El tema fue originalmente
lanzado con el disco El León en agosto de 1992. Existen muchas versiones
sobre la existencia del famoso “León”. Algunos apuntan que Santillán
era uno de los estudiantes que se oponían a la dictadura militar
argentina de Jorge Rafael Videla. Otras historias cuentan que este
personaje era un hincha de un equipo de futbol y fue asesinado por un
ajuste de cuentas. También existe la teoría de que Manuel fue un bandido
muy al estilo de Robin Hood, robaba a los ricos para darles a los
pobres. Según esa teoría, Santillán era buscado por un comando especial
de la policía, fue emboscado y asesinado.
No se tiene prueba documentada de que
siquiera haya existido Manuel Santillán, muy probablemente todo salió de
la imaginación de los músicos argentinos. Además, el personaje aparece
en la canción Matador de los mismos Fabulosos Cadillacs., donde se
menciona que ya ha caído y ahora van por el “Matador”. Lo único cierto
en la historia de Manuel Santillán, es que vive en el imaginario
cultural no sólo de Argentina, de todo América Latina. El “León”
representa a todos los caídos en las dictaduras militares que surgieron
durante los setentas y ochentas principalmente. Manuel Santillán, el
“León”, es la gente.
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